El ser humano es un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta. La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia.

La vida es una peregrinación y el ser humano es un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.

También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación.

Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio.

La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.

Etapas de la peregrinación
1. « No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en la falda de sus vestidos. Porque serán medidos con la medida que midan » (Lc 6,37-38).

Nadie puede convertirse en el juez del propio hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras el Padre mira el interior.

¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia!

Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a comprometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme.
No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nuestra presunción de saberlo todo.

2. Perdonar y dar. Ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con generosidad.

 


 

Moneda perdida Moneda perdida

Si una mujer pierde una moneda de las diez que tiene, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?

Y apenas la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo, porque hallé la moneda que se me había perdido”.

De igual manera, yo se los digo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte.


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