El reto del 2016: La misericordia De repente el papa Francisco nos despierta de nuestra somnolencia espiritual. Porque estábamos confortablemente instalados en una espiritualidad medio narcisista. Se trataba de sacudirse periódicamente las manchitas que afeaban un poco nuestro traje de buenos cristianos. Éramos muy cuidadosos en cumplir las obligaciones de la piedad cristiana: ir a misa, confesarse de vez en cuando, cultivar alguna devoción particular, tener nuestro santo/santa favorito… Eso nos permitía hacerle guiños al Señor: Mira qué bien me porto.

De repente el papa Francisco nos lanza un reto que nos descentra: la misericordia. Claro que conocíamos la palabrita esa, que quedaba reducida a dar alguna ayudita de vez en cuando a un mendigo.

Ahora el papa nos la planta ante nuestra cara con toda su fuerza. Dios es misericordioso, compasivo. Esa es su identidad. Y serán hijos suyos quienes entren en esa dimensión. Así, sin adornos, queda planteado el asunto de la salvación.

Primero, la compasión. ¿Vemos las heridas de los demás? ¿Las sanamos? La insensibilidad será el gran pecado. No más rodeos disimulados ante el hermano que sufre. Hay que acercarse al sufriente y levantarlo y sanarlo. Nada de mínimos.

El Padre misericordioso nos enseña la alegría de perdonar. Su perdón disuelve nuestro pecado. Nuestro perdón, el que ofrecemos a quien nos ofende, nos sana y nos da paz. Reconciliación vital que se reviste de alegría. Perdonar es el camino de la paz.

La misericordia es el test para probar nuestra calidad cristiana. No nuestras devociones o nuestra supuesta moralidad íntegra. Por si nos cuesta entenderlo, Jesús nos ofrece un largo elenco de “obras de misericordia”. Que tenemos que actualizar según nuestras circunstancias.

Estamos rodeados de personas enfermas. Incluyéndonos, en primer lugar, nosotros mismos. Ya no más actitudes severas, condenatorias, duras, farisaicas. Todos necesitamos de la compasión de los demás. Todos necesitan de mi compasión. Compasión que sana, da vida y genera alegría.

Somos la iglesia “hospital de campaña”, cuyo único servicio a la humanidad es traducir el inmenso amor sanante de Dios para con todos sus hijos débiles.

Como salesianos, nos inclinamos hacia los jóvenes, especialmente hacia los más pobres y abandonados, como Don Bosco, para darles vida en el nombre de Jesús.

Heriberto Herrera

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