La escuela se ha desarrollado mucho en la congregación. Siempre atento a las necesidades juveniles, Don Bosco amplió su compromiso promoviendo el nacimiento de las escuelas salesianas.

Intuyó que la escuela es instrumento indispensable para la educación, lugar de encuentro entre cultura y fe.

Consideramos la escuela como una mediación cultural privilegiada de educación en la que se puede dar una respuesta sistemática a las necesidades de la edad evolutiva; una institución determinante en la formación de la personalidad, porque transmite una concepción del mundo, del hombre y de la historia.

El ambiente escuela se ha desarrollado mucho en la Congregación salesiana en respuesta a las exigencias de los mismos jóvenes, de la sociedad y de la Iglesia. Se ha convertido en un movimiento de educadores involucrados firmemente en el frente escolar.

Los alumnos son los protagonistas primeros del camino formativo.

Los alumnos participan de modo creativo en la elaboración y puesta en práctica de su proceso de educación: crecen en la capacidad de relacionarse con otras personas por medio de la participación escolar en diversas actividades acádemicas y culturales. Respondiendo a las demandas explícitas de los jóvenes de recibir una seria preparación cultural y profesional, la escuela suscita en ellos una preparación no solo para las aulas de clase, sino para la vida fuera de ellas.

El educador salesiano

Según la visión de Don Bosco, un educador salesiano crea junto a los jóvenes una “familia”, una comunidad juvenil, dónde los intereses y las experiencias de los jóvenes se ponen como fundamento de toda la educación. Los educadores no solo enseñan, sino que asisten, trabajan, estudian y rezan junto con los alumnos. Son personas disponibles para estar con los jóvenes, capaces de hacerse cargo de sus problemas: “Maestros en la cátedra y hermanos en el patio” (Don Bosco)


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