Se llama Ángel Fernández Artime. Es el Rector Mayor de los salesianos. Ha sido una visita de privilegio si se tiene en cuenta que nuestra inspectoría (provincia) es un pequeño rincón en la geografía salesiana extendida en cinco continentes y 33 naciones. Una de las 84 inspectorías que totalizan más de 14 mil salesianos y más de 400 novicios.

Pues nos dedicó nada menos que trece días visitando cinco países, desde Panamá hasta El Salvador (ya había visitado Guatemala el año anterior). Para alguien que tiene a las espaldas tareas de rango mundial, eso era más que generosidad.

Su paso por Centro América fue una ráfaga de aire fresco. Electrizó a los jóvenes, que se dejaron contagiar por su cercanía afectuosa, su lenguaje directo e incisivo, su afecto cálido. Daba la impresión de que se querían apoderar de él. A ejemplo del papa Francisco, los retó a “salir”, “hacer ruido”. Los estimuló a creer en ellos mismos, a soñar, a dar la vida por causas que valgan la pena, a sacudir el conformismo.

También la Familia Salesiana quedó conquistada por su presencia de padre común. Hijas de María Auxiliadora, Salesianos Cooperadores, ADMA, Voluntarias y Voluntarios con Don Bosco, Damas Salesianas, Exalumnos y Exalumnas, Hijas del Divino Salvador se encontraron muy a gusto con el Padre común. Don Ángel les abrió horizontes, los retó a crecer como salesianos, a cultivar su propia identidad.

Con los Salesianos de cada país el encuentro fue más íntimo, familiar, distendido. En conversación franca y alegre trazó líneas vigorosas de fidelidad al carisma de Don Bosco, sembrando cariño y optimismo. Su trato personalizado motivó a todos a amar a Don Bosco y creer más que nunca en la actualidad de la misión salesiana.

Transcurrieron fugaces los trece días de la visita de Don Ángel al pequeño mundo salesiano centroamericano. Pero su aliento perdurará. El contacto estrecho que todos pudieron tener con él será la garantía de cómo ser y actuar como auténticos salesianos entre los jóvenes más desfavorecidos.