Valdocco en Tegucigalpa De cómo la experiencia del joven sacerdote Don Bosco en Turín puede ser replicada en nuestro pequeño universo centroamericano.

Oscar Pereira es un veterano salesiano coadjutor que incursiona en los barrios difíciles de Tegucigalpa, la capital de Honduras. Él y otros educadores van en busca de muchachos y muchachas en sus propios hogares para invitarlos a integrarse en un proyecto de educación técnica para jóvenes marginados del sistema escolar.

La tarea es riesgosa. De ordinario son recibidos con recelo por la gente de los barrios precarios, donde pululan las pandillas y el tráfico de drogas. El peligro es alto y real. Les han robado y amenazado. Hasta se han encontrado en medio de alguna balacera.

Llegar hasta la casa del joven y conocer su familia es el primer paso educativo. Palpar sus carencias, penas e inquietudes es tocar su corazón. Más del setenta por ciento de estos jóvenes viven en familias disfuncionales o desintegradas; muchos son víctimas de la violencia.

El Centro de Formación Profesional San Juan Bosco les abre las puertas. Un promedio de 250 jóvenes aceptan el reto. De lunes a viernes reciben entrenamiento en ocupaciones con demanda laboral por periodos de uno o dos años. Otros acuden los fines de semana. En total alrededor de mil jóvenes emprenden la ardua tarea de adquirir habilidades técnicas variadas que los capacitan para insertarse en trabajos remunerados.

La propuesta educativa salesiana va más allá de una mera instrucción técnica. Inspirados en Don Bosco, los educadores ofrecen a estos jóvenes un ambiente de cariño y confianza que les devuelve la autoestima. Y, sobre todo, se cultiva la dimensión religiosa para que descubran el amor de Dios Padre. La mística de estos educadores se traduce en ser padres, maestros y amigos de esos jóvenes pobres, abandonados y en peligro.

Para estos jóvenes el paso por el CFP es su oportunidad de oro. Son innumerables las historias narradas por ellos acerca de su transformación en personas responsables, alegres, abiertas a la vida y protagonistas de su futuro. Es la realización hondureña del sueño de Don Bosco de formar “honrados ciudadanos y buenos cristianos”.

Al inicio de cada año Oscar Pereira reúne a sus decididos educadores y les consulta sobre si están dispuestos a asumir una vez más el enorme riesgo personal de seguir con las visitas domiciliares en esos mundillos plagados de amenazas. La respuesta unánime es siempre un rotundo sí.


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