Multiplicar a diario pequeños gestos de fraternidad. ¿Qué has hecho con tu hermano? Génesis 4,9-10

Todo ser humano tiene derecho a realizarse, a desarrollar su proyecto personal de vida cultivando sus propias cualidades. Esta hermosa tarea solo es posible en un contexto de relaciones interpersonales sanas en las que brille la dignidad, la libertad y la autonomía.

El cristiano goza de una visión todavía más clara: el otro es mi hermano. La conversión a Cristo es un nuevo nacimiento que crea fraternidad: “Ustedes son mi madre y mis hermanos” (Mateo 12,50).

El pecado interrumpe esta fraternidad. Caín mató a su hermano Abel por envidia. Del pecado nace la cultura de la esclavitud y, por tanto, la desigualdad social.

La adhesión a Cristo borra las diferencias sociales, como se constata en la primera comunidad cristiana en la que ya no importaba las clasificaciones de judíos o griegos, libres o esclavos. “A ustedes los llamo amigos”, dirá Jesús.

La historia despliega un triste panorama de sometimiento del hombre por el hombre. La esclavitud ha sido una penosa realidad en todos los tiempos: un ser humano pasa a ser propiedad de alguien, tratado como objeto, mercancía.

Hoy sigue la esclavitud desplegada en enormes proporciones. Se habla de millones de personas vendidas y compradas por múltiples abusos: trabajos forzados, migraciones, prostitución, extracción de órganos, mendicidad, venta de drogas, secuestros…

En la raíz de la esclavitud se encuentra una pobreza insoportable que genera exclusión. Quienes carecen de escrúpulos para enriquecerse encuentran allí la oportunidad para la compraventa de seres humanos.

El cristiano que es transformado por la gracia salvadora de Cristo abre los ojos y mira al prójimo (próximo) como hermano, como alguien con dignidad intrínseca. Supera así la tentación de indiferencia ante el otro desclasado, marginado.

Podemos multiplicar a diario pequeños gestos de fraternidad con la persona descartada: una palabra amable, un saludo cordial, una sonrisa cálida. Pequeños gestos, pero de gran poder vivificante que pueden cambiar la vida del “invisible”.

No nos hagamos cómplices del mal con nuestra indiferencia.


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