El desarrollo es el nuevo nombre de la paz. Millones de personas viven hoy en medio de conflictos insensatos. Incluso en aquellos lugares que en otro tiempo se consideraban seguros se advierte un sentimiento general de miedo.



Con frecuencia nos sentimos abrumados por las imágenes de muerte, por el dolor de los inocentes que imploran ayuda y consuelo, por el luto del que llora un ser querido a causa del odio y de la violencia, por el drama de los refugiados que escapan de la guerra o de los emigrantes que perecen trágicamente.

La paz es una virtud activa, que requiere el compromiso y la cooperación de cada persona y de todo el cuerpo social en su conjunto. La paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer, salvaguardando el bien de las personas y respetando su dignidad. Construirla requiere en primer lugar renunciar a la violencia en la reivindicación de los propios derechos. La no violencia es un estilo político basado en la primacía del derecho y de la dignidad de toda persona.

La ideología, que se sirve de los problemas sociales para fomentar el desprecio y el odio y ve al otro como un enemigo que hay que destruir, es enemiga de la paz. Desafortunadamente, nuevas formas de ideología aparecen constantemente en el horizonte de la humanidad. Haciéndose pasar por portadoras de beneficios para el pueblo, dejan en cambio detrás de sí pobreza, divisiones, tensiones sociales, sufrimiento y con frecuencia incluso la muerte. La paz, sin embargo, se conquista con la solidaridad. De ella brota la voluntad de diálogo y de colaboración, del que la diplomacia es un instrumento fundamental.

La paz es un don, un desafío y un compromiso. Un don porque brota del corazón de Dios; un desafío, porque es un bien que no se da nunca por descontado y debe ser conquistado continuamente; un compromiso, ya que requiere el trabajo apasionado de toda persona de buena voluntad para buscarla y construirla. No existe, por tanto, la verdadera paz si no se parte de una visión del hombre que sepa promover su desarrollo integral, teniendo en cuenta su dignidad trascendente, ya que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz.


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