Con la palabra eugenesia nos referimos a las medidas aplicadas para evitar el nacimiento de niños enfermos. Tales medidas pueden ser el aborto, la fecundación artificial, la esterilización, la prohibición del matrimonio, etc.
Un embrión no adquiere la condición de individuo en el momento del parto. A las tres semanas de la concepción, el corazón, ya constituido, late; al mes están esbozados los brazos, las piernas y la cabeza; a los dos meses tiene manos, pies, cabeza, órganos, cerebro, se ven los pliegues de la mano, y con un microscopio incluso podría ser identificado por sus huellas digitales. Un cigoto recién constituido (la célula que se forma al unirse el espermatozoide con el óvulo), no es menos individuo de nuestra especie que un embrión de dos u ocho meses. Esto es así independientemente de si el individuo está enfermo o malformado, pues la malformación o la enfermedad no le privan de la condición de individuo de nuestra especie.
La moderna genética molecular enseña que el cigoto contiene ya en su ADN toda la información aportada por los gametos paternos, y que es requerida para un total desarrollo; de manera que inmediatamente después de constituido, tal programa empieza su ejecución. Desde el punto de vista biológico, la vida de un individuo consiste en la ejecución de la información contenida en ese programa. De modo que es falso señalar el comienzo de la condición humana a partir de las siete semanas de gestación o hasta el momento del parto.
Está claro que las medidas eugenésicas que aquí hemos mencionado son ilícitas, no por el fin que persiguen -mejorar la descendencia humana- sino por lo ilícito de los medios que emplean.
Por lo que respecta a la fecundación artificial con “semen selecto”, hay que recordar que es ilícito no sólo porque se pierden embriones (individuos humanos), sino también porque se separa la procreación humana de la unión corporal entre los progenitores.
Medidas eugenésicas éticamente lícitas
Entre esas medidas está, en primer lugar, la información que puede darse a una pareja que desea contraer matrimonio, sobre riesgos en la posible descendencia futura. Pero nadie puede arrogarse la función de decidir por los interesados, ya que el matrimonio es un derecho de la persona, así como es un deber de la persona considerar los posibles riesgos de un hijo enfermo.
En segundo lugar, es legítimo también informar a los padres del riesgo de que tengan una descendencia enferma. Informar quiere decir darles los elementos de juicio, por si deciden prevenir la posibilidad de embarazos futuros por medio de la continencia periódica durante los períodos no fértiles de la mujer (método Billings de regulación de la fertilidad).
Hablamos de información con respecto a embarazos futuros, porque respecto a un embarazo que ya está en curso, la única información que puede dar el médico es la de que el embrión existente es un individuo humano cuya vida debe ser respetada.
La fe nos enseña que también la vida de un niño enfermo tiene valor y sentido por la dignidad que le da el ser imagen de Dios y llamado a la vida eterna (donde no existe la enfermedad). Comprendemos que sin esta fe es más fácil caer en la tentación de eliminar seres humanos enfermos, porque sin fe no se les reconoce una dignidad absoluta.