aborto6 Los promotores del aborto se esfuerzan por minimizar las consecuencias del mismo sobre la madre. Pero la experiencia habla en contrario.



Nosotros los sacerdotes hemos encontrado mujeres, a veces de edad avanzada, que han vivido por largos años con el peso de la culpa de un lejano aborto. Han llevado en silencio una herida dolorosa en la conciencia.

Y no es para menos. Se trata de un crimen. Han matado a su propio hijo. Han actuado en contra de su naturaleza más profunda, la maternidad.

La vocación femenina más hermosa es ser llamada a dar vida. Para ello está dotada biológica y sicológicamente de recursos maternales exquisitos. Es capaz de soportar las mayores pruebas con tal de defender a la criatura que lleva en sus entrañas. Su vida se ilumina en el periodo de gestación.

Por tanto, la decisión de abortar significa para ella violentar lo más íntimo de su personalidad. Llamada a acoger una vida naciente, de pronto se transforma en destructora de la misma.

Aún el aborto espontáneo llena de abatimiento a la ilusionada madre.

Son tan graves las consecuencias emocionales y morales de un aborto provocado que el proceso de sanación es difícil y necesita largo tiempo para completarse.

Afortunada la madre responsable de un aborto si encuentra un guía maduro – sacerdote, psicólogo, consejero – que la pueda acompañar en ese proceso nada fácil de sanar mediante la reconciliación con Dios y consigo misma.

patriciaSandoval Video recomendado:

Patricia Sandoval
“Mi testimonio sobre el aborto en Planned

Parenthood”

https://youtu.be/5X_EYT-cmss

Sobre la misericordia

He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza.

El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, sobre todo cuando con corazón sincero se acerca al Sacramento de la Confesión para obtener la reconciliación con el Padre.

Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre. Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial.

Papa Francisco, Carta apostólica “Misericordia et misera”

 

 

 

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