© Rangizzz Que se acabe el sonido de las armas. La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para la humanidad. La violencia y la guerra nunca son camino para la paz.


El mundo que queremos ¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los demás, en las familias, en las ciudades y entre las naciones?

Cuando se pierde la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, a suprimir. Cuánta violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras. Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural, sino que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín.

También hoy nos dejamos llevar por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses. Hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos. Como si fuese algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La violencia, la guerra traen solo muerte, hablan de muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte.

En estas circunstancias, me pregunto: ¿podemos aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios, quiero responder: sí, es posible para todos. Me gustaría que desde todas las partes de la tierra gritásemos: Sí, es posible para todos. Más aún, quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos.

Perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el mundo.

 

 

Desarme

La doctrina social de la Iglesia propone la meta de un desarme general, equilibrado y controlado. El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad y la paz.

El principio de suficiencia, en virtud del cual un Estado puede poseer únicamente los medios necesarios para su legítima defensa, debe ser aplicado tanto por los Estados que compran armas, como por aquellos que las producen y venden.

Cualquier acumulación excesiva de armas o su comercio generalizado no pueden ser justificados moralmente.

Estos fenómenos deben también juzgarse a la luz de la normativa internacional en materia de no-proliferación, producción, comercio y uso de los diferentes tipos de armamento.

Las armas nunca deben ser consideradas según los mismos criterios de otros bienes económicos a nivel mundial o en los mercados internos.

La carrera de armamentos no asegura la paz. En lugar de eliminar las causas de guerra, corre el riesgo de agravarlas. 

Las políticas de disuasión nuclear, típicas del período de la llamada Guerra Fría, deben ser sustituidas por medidas concretas de desarme, basadas en el diálogo y la negociación multilateral.

Doctrina social de la Iglesia 508

Armas Fantasmas Para ampliar el tema:
Mercado negro - Armas fantasma
National Geographic

 

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