Hay que estar alegres La santidad es plenitud de vida y sinónimo de felicidad. Jesús trazó las grandes líneas de la santidad en el discurso sobre las bienaventuranzas. Estas son su perfil. Y son el perfil de un seguidor de Jesús.

Cada una de ellas comienza con la palabra “bienaventurados”. Que equivale a “dichosos”, “felices”. Es decir, dichosos los que aciertan a vivir como Jesús. Las bienaventuranzas son el evangelio condensado. De por sí, “evangelio” quiere decir “buena noticia”. Es el camino para vivir en la alegría, de la realización humana. Alegres con la alegría de Jesús.

  • San Juan Pablo II dijo a los jóvenes:
  • Es a Jesús a quien buscan cuando sueñan la felicidad.
  • Es él quien los espera cuando no les satisface nada de lo que encuentran.
  • Es él la belleza que tanto los atrae.
  • Es él quien los provoca con esa sed de radicalidad que no les permite dejarse llevar del conformismo.
  • Es él quien los empuja a dejar las máscaras que falsean la vida. Es él quien les lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar.
  • Es Jesús el que suscita en ustedes el deseo de hacer de su vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejarse atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometerse con humildad y perseverancia para mejorarse a sí mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna.

El Papa Benedicto XVI les dijo:
Queridos jóvenes, la felicidad que buscan, la que tienen derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía.

Estén plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en ustedes, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.

Déjense sorprender por Cristo. Denle el derecho a hablarles.

El Papa Francisco plantea a los jóvenes que: la felicidad no es negociable, no admite bajar las expectativas a niveles que al final no la garantizan de modo estable y sólido sino como algo que se puede consumir en pequeñas dosis, que igual que viene se va y que por supuesto no es la felicidad verdadera.

Don Bosco escribió a sus jóvenes: Uno solo es mi deseo, el de verlos felices en el tiempo y en la eternidad.

Al término de su vida terrena, estas palabras condensan el corazón de su mensaje a los jóvenes de todas las épocas y del mundo entero. Ser felices, como meta soñada por cada joven, hoy, mañana, a lo largo del tiempo. Pero no solo. En la eternidad está ese plus que solo Jesús y su propuesta de felicidad, la santidad sabe ofrecer. Es la respuesta a la sed profunda del ‘para siempre’ que arde en el corazón de cada joven.

El mundo, las diversas sociedades no son capaces de proponer ese ‘para siempre’ ni la felicidad eterna. Dios, sí.

En Don Bosco todo esto estaba clarísimo, y sembraba en sus muchachos el fuerte deseo de llegar a ser santos, vivir para Dios y alcanzar el paraíso. Encaminó a los jóvenes por la senda de la santidad sencilla, serena y alegre, uniendo en una sola experiencia vital el patio, el estudio serio y un constante sentido del deber.

 

 

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