Foto de: Anelina Cuando una persona lastima, hiere o comete una trasgresión que afecta a otra, esa acción crea, de alguna manera, una deuda interpersonal. Perdonar supone en cierta forma su cancelación, proceso que puede concretarse por canales diversos: cognitivos, afectivos, conductuales, psicosociales.


Es necesario tener en cuenta que el arrepentimiento es tan importante como el perdón, dado que el arrepentimiento no sólo facilita la acción de perdonar sino que produce cambios positivos en la salud psíquica y física de quien puede expresarlo. Arrepentirse y perdonar son ambos importantes para el logro de mejores vínculos interpersonales.

Si solo se considera una perspectiva, la de la víctima o el victimario o perpetrador, por ejemplo, pareciera que sólo se trata de un proceso subjetivo. Pero, en la vida cotidiana, los incidentes que conllevan algún tipo de trasgresión o daño involucran a amigos, parientes, compañeros de trabajo, parejas.

Se designa víctima a quien sufre el daño o cree haberlo sufrido. El victimario o trasgresor es quien ha cometido el hecho inmoral o causado el daño. Generalmente las trasgresiones son mutuas y, en muchas situaciones, una persona puede jugar ambos roles.

Las manifestaciones de perdón y arrepentimiento pueden ser implícitas o explícitas. Las denominadas explícitas hacen referencia directa a la presencia de lo adeudado y a la decisión de cancelación: “yo te perdono lo que hiciste”. Algunas veces estos tipos de expresiones pueden generar enojo o desagrado si no han sido solicitadas, dado que el victimario puede sentir que no ha hecho daño alguno y sentirse injusta o innecesariamente perdonado. Las manifestaciones implícitas aluden de manera indirecta a expresiones del tipo “dejémoslo así, “no es nada serio” o “no hay problema”. No siempre requieren el uso de palabras.

Perdón no es sinónimo de reconciliación. Se puede perdonar de manera independiente, sin que se concrete reconciliación alguna, si bien tanto el arrepentimiento como el perdón pueden favorecerla. Una reconciliación supone el reestablecimiento de la confianza así como el deseo de reinstaurar un vínculo.

Existen consecuencias positivas y negativas de arrepentirse y perdonar. Entre las primeras figuran la reducción de sentimientos de culpa y angustia.

Ciertos tipos de barreras dificultan o impiden el poder expresar arrepentimiento. En general, el victimario siente que se está exagerando lo que ha hecho, que las víctimas están sobreactuando. Los perpetradores pueden sentir que han sido provocados por sus víctimas, por lo cual viven sus actuaciones como justificadas sin ser necesario arrepentimiento alguno. Por otra parte, el aceptar la responsabilidad de una ofensa o daño suele traer costos pragmáticos severos, por lo cual hay resistencia a la confesión y el arrepentimiento.

Otro obstáculo a la confesión y al arrepentimiento está dado por el sentimiento de vergüenza que generan. La culpa alude a un afecto negativo focalizado en un hacer específico generalmente acompañado por el deseo de reparar. La vergüenza, contrariamen- te, conlleva a que el sujeto total se sienta mal, expuesto, y desee desaparecer y esconderse. La vergüenza genera enojo, supersticiones, necesidad de acusar a otros, comportamientos agresivos y, en ciertas ocasiones, está ligada a deseos de venganza. Provoca sentimientos de autoprotección y formaciones reactivas. En muchos casos sentirse avergonzado da lugar a fuertes sentimientos de humillación.

También hay obstáculos o barreras que dificultan el pedir perdón: el temor a que la trasgresión vuelva a repetirse; el miedo a aparecer ante los demás como un sujeto débil y manipulable; la creencia de que si se perdona se está violando estándares judiciales; el dejar de percibir los beneficios que brinda jugar el papel de víctima: el lugar de víctima da poder para inducir culpa y disculpas, justifica tener sentimientos de rabia e indignación, permite lograr apoyo y simpatía de los demás.

 

Compartir