IMG 8424 En el sínodo de los jóvenes, ellos expresaron la importancia de sentirse acompañados por las comunidades con comprensión, acogida y afecto sin ser juzgados permanentemente.


¿Cuántos muchachos en nuestra pastoral juvenil se sienten acompañados? ¿Cuántos se sienten juzgados, limitados, tratados como niños, vistos de menos?

Los jóvenes piden adultos que los acompañen en el camino, no que hagan las cosas por ellos.

El papa Francisco en diferentes ocasiones ha invitado a los jóvenes a hacer lío, a ser protagonistas, a salir a las calles a evangelizar. Muchas veces somos los adultos en las parroquias los que detenemos sus iniciativas, ponemos trabas a sus proyectos, los dejamos solos y después los reprendemos porque los resultados no fueron los que los adultos esperábamos.

Tal vez el papa Francisco debería dirigirse a nosotros los adultos y decirnos: Ustedes también hagan lío, no olviden que también fueron jóvenes y estaban apasionados por un ideal; acompañen a los jóvenes a hacer lío.

La pastoral juvenil salesiana tiene la peculiar característica de tener al frente jóvenes evangelizando jóvenes. Muchachos encontrándose gradualmente con Cristo, protagonistas y corresponsables en la construcción del Reino. Cualquiera diría: ¿Qué puede un joven enseñar a otro? Dejen eso a los adultos que ya han vivido o han estudiado.

Don Bosco inició este mismo modelo de pastoral juvenil. Los primeros salesianos eran apenas un grupo de muchachos entre 18 y 20 años, que se hacían cargo de sus mismos compañeros, los asistían en los talleres, les enseñaban el catecismo, cuidaban a los más pequeños.

No todo era armonía y alegría, pero la presencia de adultos que acompañaban en el oratorio daba confianza a los jóvenes que estaban al frente.

El papel del asistente salesiano presentado por Don Bosco no era un asistente que vigilaba, o un asistente pasivo, sino un acompañante activo que se involucraba entre ellos, que los animaba . Alguien a quien acudir en momentos de duda y con quien compartir los momentos de alegría.

Christus Vivit no es solo una invitación del papa Francisco a los jóvenes del mundo, es también una invitación a nosotros los adultos a acompañarlos en este camino.

“Los jóvenes necesitan adultos competentes, auténticos cristianos comprometidos con la Iglesia y con el mundo; que busquen constantemente la santidad; que comprendan sin juzgar; que sepan escuchar activamente las necesidades de los jóvenes y puedan responderles con gentileza; que sean bondadosos, y conscientes de sí mismos; que reconozcan sus límites y que conozcan la alegría y el sufrimiento que todo camino espiritual conlleva”.

Un mentor debe confiar sinceramente en la capacidad que tiene cada joven de poder participar en la vida de la Iglesia. Por ello, debe simplemente plantar la semilla de la fe en los jóvenes, sin querer ver inmediatamente los frutos del trabajo del Espíritu Santo. Este papel no debería ser exclusivo de los sacerdotes y religiosos, sino que los laicos deberían también poder ejercerlo.

Docentes, animadores de grupos juveniles, consagrados, religiosas, padres de familia, laicos comprometidos, todos estamos llamados al servicio del acompañamiento.

El Acompañante Salesiano:

  • Acompaña a los jóvenes en este tiempo favorable para el discernimiento vocacional experimentando, al mismo tiempo, la belleza de dejarse acompañar.
  • Ayuda al joven, con paciencia y amabilidad, a descubrir – escuchando la voz de Dios – que es un don y puede realizar el gran proyecto que lo espera.
  • Favorece un clima espiritual con la presencia y el testimonio humilde y gozoso.
  • Ofrece a cada uno la oportunidad de ser acompañado, dando el primer paso desde la escucha empática y valorizando la individualidad sin excluir a nadie.
  • Propone una espiritualidad unificada, viviendo una presencia auténtica desde el ejemplo de Jesús.
  • Testimonia la alegría, amando y haciendo sentir el amor de Dios.
  • Experimenta la lógica del “ven y verás” con el testimonio silencioso y coherente, que manifieste la presencia del Resucitado e invite a emprender un camino.
  • Vive la dimensión comunitaria creando una “casa que acoge” mediante la mirada, el ser, la apertura al mundo y la plenitud de vida.
  • Dedica tiempo al encuentro personal, cuidando la escucha con el corazón de Cristo Buen Pastor.
  • Mira con confianza y esperanza la vida, fiándose del Señor, caminando junto a los jóvenes y despertando en ellos el deseo de encontrarlo.

 

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