No es fácil elegir entre los cientos de cartas inéditas de Don Bosco que hemos recuperado en las últimas décadas, las que más merecen ser presentadas y comentadas. Esta vez tomamos una muy simple, pero que en pocas líneas resume todo un proyecto de trabajo educativo salesiano y nos ofrece muchas otras noticias interesantes.
Este es el escrito del 7 de mayo de 1877 a un personaje de Trentino, un tal Daniel Garbari, quien en nombre de dos hermanos le había preguntado repetidamente cómo podía fundar un instituto educativo en su tierra, como los que Don Bosco estaba fundando en toda Italia, Francia y Argentina.
Imagen positiva del trabajo salesiano
En primer lugar, la carta nos informa sobre cómo Don Bosco, después de la aprobación pontificia de la Congregación Salesiana (1874), la apertura de la primera casa salesiana en Francia (1875) y la primera expedición misionera a América Latina (1875), siempre estuvo muy ocupado visitando y apoyando sus obras ya existentes y aceptando o no las muchas que se le ofrecían en esos años desde todas partes. En el momento de la carta tenía la idea de abrir las primeras casas de las Hijas de María Auxiliadora además de la de Mornese, unas seis en los años 1876-1877, y sobre todo le interesaba establecerse en Roma, donde por más de diez años había tratado en vano de tener una sede. Nada que hacer. Otro piamontés como Don Bosco no era bienvenido en Roma ya llena de piamonteses indeseables por parte de ciertas autoridades pontificias y cierto clero romano. Durante tres años tuvo que “conformarse” con la “periferia” romana, es decir, los Castelli Romani y Magliano Sabino.
Paradójicamente, sucedió lo contrario en las administraciones civiles y en las mismas autoridades gubernamentales del Reino de Italia, donde Don Bosco contaba, si no amigos - tenían ideas demasiado distantes - al menos grandes admiradores. Y por un motivo muy simple, que interesaba a todo gobierno: administrar el recién nacido país Italia con ciudadanos honestos, trabajadores, respetuosos de la ley, en vez de llenar las cárceles de “criminales” vagabundos, incapaces de mantenerse a sí mismos y a su familia con un trabajo digno. Treinta años después, en 1900, el famoso antropólogo y criminólogo judío César Lombroso habría dado a Don Bosco toda la razón cuando escribió: “Los institutos salesianos representan un esfuerzo colosal y genialmente organizados para prevenir el crimen, el único que se ha hecho en Italia”.
Como bien dice la carta en cuestión, la imagen de las obras salesianas en las que, sin inclinarse por los diversos partidos políticos, los niños eran educados para convertirse en “buenos cristianos y ciudadanos honestos” fue positiva.
Tipo de casa salesiana
En el resto de la carta, Don Bosco pasó a presentar la estructura de una casa de educación: ambientes donde poder alojar a los niños (y con ello suponía al menos cinco cosas: patio para jugar, aulas para estudiar, comedor para comer, dormitorio para dormir, iglesia para rezar) y talleres donde enseñar una profesión con la que los jóvenes puedan vivir y tener un futuro cuando dejan el instituto. En cuanto a los recursos económicos, indicó tres criterios: las pensiones mínimas mensuales que los padres-familiares de los niños podían pagar, la pequeña ganancia de los laboratorios artesanales, los subsidios de la caridad pública (gobierno, municipios) y, sobre todo, la privada. Era exactamente la experiencia de Valdocco.
Pero aquí Don Bosco callaba algo importante: la consagración total a la misión educativa del director y sus colaboradores cercanos, sacerdotes y laicos, quienes por el precio de un trozo de pan y una cama pasaban las 24 horas del día en el trabajo, la oración, enseñanza y asistencia. Así, al menos, se hizo en las casas salesianas de la época, muy apreciadas tanto por las autoridades civiles como religiosas, sobre todo por los obispos, sin cuyo consentimiento obviamente era imposible fundar una casa “que educaba evangelizando y evangelizando educaba” como la salesiana.
Resultado
No sabemos si hubo un seguimiento de esta carta. Por cierto, el proyecto de fundación salesiana del señor Garbari no se logró. Y así, docenas de otras propuestas de fundaciones. Pero históricamente se ha comprobado que muchos otros institutos, sacerdotes y laicos en toda Italia se inspiraron en la experiencia de Don Bosco al fundar obras similares, inspiradas en su modelo educativo y su sistema preventivo.
Garbari debió haberse considerado satisfecho de todos modos: Don Bosco le había sugerido una estrategia que funcionaba en Turín y en otros lugares ... y además tenía en sus manos un autógrafo que, aunque difícil de “descifrar”, era el de un santo. Tanto es así que lo guardó celosamente y hoy se conserva en el Archivo Salesiano Central de Roma.
Un programa en una cartaEstimado señor Garbari, Como sacerdote además yo debo estar en pleno acuerdo con la autoridad eclesiástica; por tanto, cuando se trata de concretar la cosa, yo escribiré directamente al arzobispado de Trento, el cual sin duda no opondrá dificultades. Este es mi pensamiento preliminar. Mientras continúan los trámites y haya alguna novedad, le escribiré. He querido escribir yo mismo con mi fea caligrafía; la próxima vez cederé la pluma a mi secretario, para que más fácilmente se pueda leer lo escrito. De vuestra señoría estimadísima, el humilde servidor |