Juanito Domingo Mazarello

Primera comunión de Don Bosco

“Mi madre procuró acompañarme varios días. (...) En casa me hacía rezar, leer un libro devoto y me daba además aquellos consejos que una madre ingeniosa tiene siempre a punto para bien de sus hijos. Aquella mañana no me dejó hablar con nadie, me acompañó a la sagrada mesa e hizo conmigo la preparación y acción de gracias (...). No quiso que durante aquel día me ocupase en ningún trabajo material, sino que lo empleara en leer y rezar”.

Memorias Biográficas
de Don Bosco

 

 

Santo Domingo Savio y la eucaristía

Una vez sucedió algo extraordinario. Un joven corre al cuarto de Don Bosco para decirle que Domingo ha desaparecido del oratorio. Lo han buscado por todas partes... y nada.

– ¿Cómo es posible? exclama Don Bosco preocupado, mientras una idea cruza por su mente. Don Bosco, solo, sin que nadie se dé cuenta, va a la iglesia, y allá, detrás del altar, medio escondido, está Domingo. Don Bosco se le acerca, lo sacude suavemente. Domingo sorprendido pregunta:

– ¿Ya terminó la misa?

– Son las tres de la tarde.

Domingo se asusta y pide perdón. Entonces, Don Bosco lo lleva consigo al comedor para que coma algo y enseguida lo envía a las clases, recomendándole que a quien le pregunte dónde estaba, responda que había salido por orden suya.

Este episodio, que no es el único, demuestra la grandeza y sublimidad de ese joven, que había llegado ya a las cumbres místicas del éxtasis. Domingo había permanecido en éxtasis más de cinco horas.

Por la noche madre Margarita comentaba el hecho con Don Bosco y le decía:
- Cada día estoy más convencida de que este jovencito es un santo de verdad. El día menos pensado empieza a hacer milagros.

La ventana de la Valponasca

A los trece años, Maín, nombre familiar de santa María Mazzarello, hizo su primera comunión. Desde entonces Jesús se convierte en el gran tesoro de su vida y María, en modelo para llegar a Jesús.

En 1849 la familia de Maín se trasladó a una finca, a tres cuartos de hora de la aldea: la Valponasca.

El elemento más significativo de la Valponasca es la ventana. Situada en la parte superior de la fachada de la casa, tiene como fondo la aldea de Mornese, en cuyo centro sobresale la iglesia parroquial.

Maín abría todas las noches la ventana para estar más cerca de Jesús, presente el sagrario, e invitaba a su familia a rezar con ella las oraciones de la noche.

Trabajo y oración fueron los componentes esenciales de estos primeros años de vida, que la prepararon para el futuro.

Tras su primera comunión, Maín hizo un camino de interiorización de la fe que la llevó a consagrar su juventud al Señor, participando intensamente en la vida parroquial. El hecho de estar lejos físicamente no le impedía ir cada día a la Eucaristía.


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