hands 1917895 1920 Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.



El trágico relato del asesinato de Abel por su hermano Caín es la historia de la humanidad a lo largo de los siglos. Es penoso tener que aceptar que todos tenemos algo de Caín. La convivencia humana a lo largo de los siglos en todos los pueblos es más bien dolorosa. Los libros de historia están plagados de exterminios, guerras, esclavitudes, explotaciones, odios, racismos. No hay mucho para sentirnos orgullosos de esa raíz de maldad que se esconde en nuestro corazón.

Jesús puso al descubierto esa triste realidad con la parábola del buen samaritano. Una víctima, unos salteadores, unos indiferentes y – un rayo de luz – alguien que se aproxima y no mide esfuerzos hasta dar una ayuda eficaz y completa a la víctima.

Aproximarse es lo contrario de escapar de la escena. El evangelio se condensa en la virtud de hacerse prójimo. No prójimo curioso (los que lamentan las tragedias humanas ante una pantalla de televisión). Sí un acercarse activo (buscar soluciones).

Acercarse movido por la compasión práctica.
Dos personas muy religiosas se sorprenden ante la víctima y escapan. Tenían razón: en la mentalidad judía, la sangre contaminaba religiosamente. El tercero era un hombre poco religioso, despreciado por los buenos judíos del tiempo. A los ojos de Jesús ese es el modelo a imitar.

Enseñanza: la religiosidad sin compasión efectiva es vacía, inútil, epidérmica, falsa.

¿Con qué personaje de la parábola nos identificamos? Es una parábola para todos los tiempos. Hoy abundan los heridos, marginados, explotados. Sociedades opulentas junto a sociedades en la miseria más indigna. Injusticias sociales espantosas. Racismos crueles. Violencia de todo tipo.

Hay modos sutiles de dar rodeos para justificar nuestra cobardía frente a la víctima. El más común: cerrar los ojos. No querer ver al sufriente. Levantar muros psicológicos para no sentirse interpelado por las víctimas alrededor de nuestras confortables viviendas. Simular que no pasa nada.

Acercarse, acompañar, cuidar, sostener, consolar. Regalar cercanía. Recordemos aquellas terribles acusaciones de Jesús: Tuve hambre y no me dieron de comer...

La encíclica Fratelli Tutti (Todos Hermanos) es una campanada fuerte para despertar de nuestro letargo de una religiosidad epidérmica e individualista y abrir ojos y corazón a nuestros hermanos heridos que son legión.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 253 Septiembre Octubre 2021

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