anciano Después de que todos comieron, el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan. Ante esto, Jesús da una indicación: «Recojan los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada».



Es así el corazón de Dios, no sólo nos da mucho más de lo que necesitamos, sino que se preocupa también de que nada se desperdicie, ni siquiera un fragmento. Un pedacito de pan podría parecer poca cosa, pero a los ojos de Dios nada se debe descartar.

Es una invitación profética que hoy estamos llamados a hacer resonar en nosotros mismos y en el mundo: recoger, conservar con cuidado, custodiar. Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, la fragancia de la misericordia y de la memoria.

No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para facilitar sus tareas diarias y no se sientan solos.

Preguntémonos: “¿He visitado a los abuelos? ¿A los mayores de la familia o de mi barrio?

¿Los he escuchado y he dedicado un poco de tiempo?”. Custodiémoslos para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida.

Los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos que se fijaron en nosotros, por sus rodillas que nos acunaron, por sus manos que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros, y por las caricias con las que nos consolaron. No nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca.

Custodiémoslos con amor. Aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 254 Noviembre Diciembre 2021

Recibir notificaciones de nuevos lanzamientos:

Suscribirse


Leer más artículos:

 

Compartir