Foto de carácter ilustrativo. Gonzalo Bel Me llamo Vanessa, tengo 22 años, soy salvadoreña, licenciada en Ciencias de la Educación. Provengo de una familia sencilla. Mis padres lograron estudiar hasta el bachillerato o educación media.


Tengo dos hermanos, el mediano tuvo que emigrar a otro país debido a la violencia que se vive en El Salvador. Él solo logró graduarse en educación media. Mi hermano menor está cursando octavo grado y yo he logrado culminar los estudios superiores.


Provengo de una zona rural, lo que complica la accesibilidad a los servicios que en las ciudades se ofrecen con mayor facilidad como el transporte, el internet, entre otros. Debido a esto también es difícil encontrar fuentes de trabajo en la zona.


Siempre he tratado de que mis padres se sientan orgullosos de mí y por eso me esforcé por sacar mis estudios universitarios, lo cual no fue fácil ya que mi familia apenas tiene los recursos para subsistir. La pandemia complicó más las cosas. Estuve a punto de suspender mi último año de la carrera, ya que todo se volvió virtual y yo no contaba con una buena conexión a internet por su cobertura y los costos de este. Pero bien dicen que siempre tenemos un ángel que nos acompaña y Dios me regaló una amiga en la universidad que me apoyó, trabajaba conmigo y con los medios digitales accesibles para mí, no importaba si nos llevaba el doble de tiempo.


Mi próxima meta era encontrar trabajo, algo que se ha vuelto difícil, ya que los requisitos que piden son exigentes y no se da a los jóvenes la oportunidad de adquirir la experiencia laboral que piden. He aplicado a un sinfín de ofertas laborales, pero hasta la fecha no he recibido ninguna respuesta, ninguna llamada y esto realmente me frustra. Otra de las cosas que me desalientan son los salarios tan bajos que ofrecen con la excusa de que uno no tiene experiencia, pero esperan que responda como un profesional experimentado.


He enviado mi currículum a diferentes instituciones educativas, he tocado puertas, me he suscrito a páginas web de empleos como Jooble, mi primer empleo, Tecoloco. Reviso las redes sociales y hasta he aplicado a áreas totalmente distintas a las que he estudiado porque necesito trabajar, necesito ingresos y aportar a mi familia. Hasta el momento nada ha funcionado.


Una de las mayores dificultades que se me ha presentado al buscar trabajo es la zona donde vivo. En una de las entrevistas me descartaron por ser de una zona rural. La movilidad del campo a la ciudad es difícil si no se cuenta con transporte propio.


No pasa día en que no piense irme del país, iniciar de cero, trabajar en algo totalmente distinto a lo que he estudiado. Tengo 22 años, casi los 23 y me siento impotente al saber que no estoy generando nada, y que necesito ingresos económicos para mis gastos y poder ser un apoyo para mis padres.


Sin embargo, he aprendido mucho de esta experiencia. Las entrevistas de trabajo me han ayudado a fortalecer la confianza en mí misma, a ser ambiciosa en mis metas laborales y profesionales y conocer mejor todas las áreas del ámbito educativo en el cual espero desenvolverme como profesional.


Si pudiera cambiar en algo esta situación, apostaría por nosotros los jóvenes, que se nos dé la oportunidad de adquirir experiencia y demostrar nuestras capacidades como profesionales. El hecho de que no tengamos experiencia laboral no significa que no podemos y que por ello nos ofrezcan salarios tan bajos que ni siquiera llegan al mínimo que prescribe la ley.


Sé que no soy la única que pasa por esta situación, y que hay jóvenes que incluso están peor, otros ya desanimados. Yo les digo que no nos demos por vencidos. Las oportunidades llegarán cuando menos lo pensemos. La esperanza es lo último que se pierde. No perdemos nada con intentar aplicar a ofertas laborales que nos parezcan inalcanzables. Somos profesionales con un título y debemos hacerlo valer. Levantémonos siempre con la esperanza de que recibiremos esa llamada para una entrevista, para firmar contrato, para dar inicio a un empleo. Recuerda que, si hoy no encontraste alguna opción, mañana será diferente.

 

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Edición 257 Mayo Junio 2022

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