sanmiguelhonduras2La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados, también en nuestros días. por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora.

Las pruebas de la vida permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo. Son también preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (san Pablo).
Creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno.

La Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en Cristo como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

Papa Benedicto XVIPor la fe los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro. Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona.

Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte.

Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura, y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.

manosLa fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda.

La fe y la caridad se necesitan mutuamente. Ambas se apoyan para seguir su propio camino.

Muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido. Es el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo.

Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. “Cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.

La fe nos permite reconocer a Cristo. Su mismo amor nos impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida.

Sostenidos por la fe, miramos con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.

P1040032La historia de nuestra fe contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.

La santidad pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida.

El pecado debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

tm04mariaPor la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega.

En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a él.

Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad.

Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes.

Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario.
Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón, los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo.

tm05miradacristoEn Jesucristo encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano.

La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

pueblodediosPor la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos.

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.