"En esperanza fuimos salvados" Rm 8,24. Saludos queridos amigos y amigas lectores. Hoy, a las puertas de la Navidad deseo compartirles un diálogo entre una nieta y su abuela, abuela sabia que conocía el corazón humano después de tanta experiencia en el camino de la vida. Dice así:

– ¿Abuela, si fueras mi Hada Madrina, qué regalo me harías? –le preguntó la Niña a su Abuela.

– Si fuera tu Hada Madrina, no te daría vestidos ni carruajes –sonrió la anciana a la pequeña–, sino un conocimiento: el del ARTE DE SABER VIVIR CON ESPERANZA.

Para que supieras desde joven que el tiempo pasa y no se recupera, y no lo pases nunca donde no te permita tener una vida plena y llena de sentido con quienes lo desees, con quienes ames, con quienes más te necesiten.

Para que dulcemente entierres el hacha de guerra interna, para que tu camino en la vida te produzca Paz, pues hasta el día en que partas verás cosas que querrías cambiar.

Para que tomes la decisión de bailar con el viento del cambio y las mareas, pero con los pies bien anclados en la tierra de tu intención, de tus sueños, de tu deseo de se muy humana y muy divina al mismo tiempo.

Para que no renuncies nunca a que tu corazón sea grande, capaz de acoger en él todo lo que tiene vida y la vida de cuantos lleguen a Ti.

Eso te regalaría, pequeña, pero tú ya tienes tu Hada Madrina: LA VIDA y EL AMOR QUE DIOS TE ENTREGA EN ELLA.

Amigos y amigas, aún con la perplejidad de un año 2020 que estamos viviendo y que tan difícil, extraño, duro y doloroso nos está resultando, en particular para tantas familias y hogares, para tantos ancianos, tiene pleno sentido mirar con esperanza la Vida y también la Luz que aporta y ofrece el Señor de la Vida.

En un año donde la pobreza de tantos se ha disparado, pero también la generosidad de muchos, donde ha habido despedidas dolorosas de seres queridos, pero también silencios y miradas que han abrazado, tiene pleno sentido, como en el caso de la abuela a su nieta, desearnos esa vida que se construye día a día, a veces con lágrimas y cansancios, pero también con sonrisas, con sueños, con esperanza.

En el saludo de Navidad que he escrito para enviar en algunas tarjetas postales elegí un brevísimo texto precioso y profundo del Papa Benedicto XVI en su encíclica ‘Spes Salvi’ (En esperanza fuimos salvados, Rm 8,24) que les comparto a ustedes, y que nos habla justamente de cómo la vida es camino y meta, cómo es un viaje en el mar de la historia, a veces entre borrascas que pueden tener el nombre de pandemia Covid o de otros pandemias con las que convivimos a diario y que tanto daño nos pueden hacer. Un viaje donde las verdaderas estrellas que nos guían son personas que irradian luz y esperanza, hasta llegar a quien es la Luz por antonomasia, Jesús el Señor, el Hijo de Dios y de María, que puso su tienda entre nosotros en aquella noche de Navidad. Este es el saludo, estas son las bellas palabras:

“La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros? (Spe salvi, 49)

Amigos, Feliz Navidad a todas las familias, a todos y a aquellos que se sienten solos y abandonados pero movidos por la esperanza.

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