P. Saturnino Marroquín SDB QDDG Conozco al P. Esteban Marroquín desde hace cincuenta años, desde que fue mi alumno de teología en 1966 en el Instituto Teológico Salesiano de Guatemala.

En los últimos seis años he vivido y trabajado con él en el Centro Salesiano Santo Domingo Savio de Cartago, Costa Rica.

Ha sido una persona trabajadora, de los que hablan poco y trabajan mucho. Ante todo, trabajo manual especialmente en la jardinería, dando a la obra salesiana de Cartago una elegante y atrayente presentación en sus áreas verdes con abundantes y multicolores flores. No solo dirigía con amabilidad y sabiduría el trabajo del obrero, sino que daba el ejemplo trabajando con sus propias manos.

Pero su trabajo más importante ha sido el apostolado sacerdotal salesiano.Un santo salesiano sacerdote, mortificado, ahorrador como pocos, con una vida religiosa de calidad, devoto de Don Bosco sobre el cual predicaba con frecuencia.

En Cartago ha sido conocido como el apóstol de los enfermos y de la confesión. En broma le decíamos que era el párroco de toda la diócesis. A cualquier hora del día estaba disponible para visitar enfermos, confesarlos, administrar la unción y la comunión. Estaba disponible para celebrar misas de difuntos en cualquier parroquia que lo solicitaba. Hasta tal punto que la funeraria que nos ha dado el servicio para su funeral nos ha hecho un precio especialísimo, casi regalado en comparación con el precio de mercado.

Confesaba todos los días durante las misas en nuestra iglesia, especialmente los fines de semanas con interminables filas de penitentes y a cualquier hora del día cuando alguna persona solicitaba ese servicio pastoral. Los fieles lo estimaban tanto que, conociendo su delicada salud y limitaciones de comida, hasta en el confesonario le llevaban frutas u otros regalos.

Con frecuencia me hablaba de sus años misioneros en Carchá, Guatemala, hasta que por motivos de salud los superiores le cambiaron de destino. Decía que pasó feliz atendiendo unas ochenta aldeas a las que tenía que ir casi siempre a pie, con un acompañante.

Por muchos años soportó con paciencia, sin quejarse, sus múltiples enfermedades: diabetes, llagas en los pies, colonostomía. Para ahorrar, no buscaba médicos privados, sino centros de salud y médicos del seguro social.

Cuando a veces le decíamos en el comedor que no debía comer pasteles o helados, contestaba con el mismo tono de broma: Hace años un médico me dijo: ‘mejor muera de diabetes y no de hambre’.

Por fin, un cáncer terminal en el páncreas, pulmón y metástasis lo llevó a la casa del Padre el 13 de abril.

El funeral fue presidido por el obispo de la diócesis, monseñor José Francisco Ulloa. Asistió el inspector de los salesianos, p. Alejandro Hernández y numerosos concelebrantes y fieles.

El p. Esteban Marroquín había nacido en 1937 en Zaragoza, Chimaltenango, Guatemala. Profesó como salesiano en 1056. Fue ordenado sacerdote el año 1967. Trabajó en varios países de Centro América, sobre todo como administrador de obras salesianas.

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