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Así lucia la iglesia, llena de amigos que acompañaban a la familia Prado. Costa Rica, septiembre de 2010.- El día miércoles 29 de septiembre, día de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, recibimos la noticia de la partida a la casa del Padre de doña María Mendoza, mamá del P. Ángel Prado.


El día jueves, 30 de septiembre, recuerdo del Doctor de la Iglesia, San Jerónimo, a las 11.00
a.m. participamos en la Eucaristía en su honor.

Doña María vivía en San Isidro del cantón de León Cortés, ubicado en una parroquia que lleva
el nombre de San Pablo, en un lugar llamado zona de los santos. No es para menos, pues tanto era el
ambiente en el que vivía que quiso irse en este tiempo a otro lugar que podemos llamar, también, “zona
de los santos”…. Al cielo.

Las muestras de aprecio y cariño hacia el P. Prado fueron presentadas a reventar: gran cantidad
de salesianos, miembros de la familia salesiana, personal y alumnos de CEDES Don Bosco, de la
Diócesis de San isidro de El General y otros lugares.

Un templo “full”. El frío natural de la zona cedió al calor humano que se sentía en el lugar. Se respiraba un ambiente de fe, esperanza, solidaridad, fraternidad, gratitud y dolor.


Con una fortaleza, que solo provenía del Espíritu Santo, presidió la Eucaristía el P. Prado. La
homilía se le concedió el honor al P. Eduardo Castro quien recordó aquellos años en que conoció al
P. Ángel y a Doña María, con quien fueron “grandes cheros”.

Resaltó las cualidades de una mamá con una calidez humana única (de la cual yo fui testigo), preocupada por sus hijos, luchadora, piadosa. Mujer de fe. Las palabras del P. Castro tenían como fondo un profundo silencio de fe y las gotas de agua de una lluvia que asemejaban lágrimas por una partida…

El ataúd de doña María estaba rodeado de gran cantidad de flores que daba la impresión de estar
entre un jardín. Sobre el ataúd una gran cruz que mostraba su camino de fe y a la cabecera el signo de
esperanza: el Cirio Pascual, signo de Cristo resucitado, vencedor del pecado y de la muerte. Como que
Doña María nos quisiera decir, como Jesús desde la cruz: “Todo está cumplido”. Pero a la vez el Padre,
dice: ¡Bienvenida sierva fiel y cumplidora. Entra al banquete de tu Señor!

Luego de la oración post comunión, el P. Carlos Chiú, en nombre de la Inspectoría, del Consejo
Inspectorial y de la Familia Salesiana presentó al P. Prado y a su familia las sentidas condolencias. A
la vez que agradecía a doña María por entregar a su hijo a la Congregación Salesiana y recordó una
frase de Don Bosco: “El mejor regalo que Dios puede hacer a una familia, es un hijo sacerdote”.


Luego estalló un fuerte aplauso como signo de gratitud a la madre de un hijo de Don Bosco. Luego tomó la palabra el P. Prado. ¡Quería decir tantas cosas! Algunas las dijo. Agradeció a todos los presentes. Honró a su mamá por ser una mujer de fe, de Eucaristía. Nos dijo: “Aquí está la mujer que más ora por mi. Celosa de mi ministerio. La mujer de disciplina…alguna vez ( o veces) dura. Fuerte. Capaz de decirle a sus hijos qué no era coherente con la fe que profesaban y celebraban. La mujer que luchó por la unidad de su familia. Una mujer ejemplar: de rosario, de oración y de radio”.

Daba la impresión que el P. Prado gritaba en su interior:

“Algo se me fue contigo, madre.
En las alas de tu alma, madre.
O en tu último aliento, madre…
Las raíces de mi vida y de mi sangre” …… Como cantaba R.D.

Vivimos una experiencia de fe tan grande que, creo, regresamos con una “más grande fe”. Doña María nos ha dejado… sí... nos ha dejado un salesiano, un hermano,una familia unida, un ejemplo de su vida, un corazón agradecido y un legado de fe.

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