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Comunicación Social Iberoamérica 2018.- El Salvador, Ayagualo, septiembre 2018.- Eran 29 participantes llegados de casi todos los países del continente americano, reunidos del 20 al 23 de septiembre de 2018 en El Salvador. La sede del encuentro no podía ser mejor: Ayagualo, una colina con vista al mar que desplegaba puestas de sol fascinantes.

 

Predominaban los adultos jóvenes, ellos y ellas. Lo cual daba por descontado una alegría irreprimible, un clima de amistad franca y una energía creativa envidiable. Todos empeñados en sus respectivos países en la animación de la comunicación social al servicio de la pastoral salesiana.

Esta era su cita anual, que va rotando de país en país. Para la mayoría, era su primera visita a El Salvador. Llegaron cargados de prejuicios (maras, violencia, pobreza) que se disipó inmediatamente al encontrar una ciudad vibrante, gente cordial y una naturaleza de verde envidiable.

El trabajo comenzó con pasar revista al desarrollo de la comunicación social salesiana en cada país. Quien más quien menos, esta dimensión de la pastoral salesiana ha ido desarrollándose con energía y creatividad.

El plato fuerte lo constituyó el taller sobre Design Thinking, una metodología de trabajo que ayuda a resolver problemas basada en cómo mejorar las necesidades o problemas de las personas. Como fruto de este trabajo en cinco grupos se acuñó un slogan motivador para toda presencia salesiana: Un lugar de encuentro para ser feliz.

Cada día comenzaba con la celebración de la eucaristía. El padre Filiberto González, mejicano, consejero mundial para la comunicación social, presidió y animó estas densas jornadas. Insistió en la necesidad de no perder de vista la razón de nuestra comunicación social, que es evangelizar. Y que empecemos a tomar nota de la inteligencia artificial que está entrando de lleno en el mundo de la comunicación digital.

Además de los intensos espacios de trabajo, se tuvo la oportunidad de algunas escapadas turísticas: un concierto de la Orquesta del Polígono Don Bosco, una visita a la tumba del beato obispo Oscar Romero y la capilla donde fue asesinado, un chapuzón en la calurosa costa del Océano Pacífico.

Con lazos fuertes de amistad renovada y horizontes de trabajo ensanchados, todos retomaron su rumbo a sus respectivos países, llevando consigo el sabor de las pupusas y otras delicias culinarias salvadoreñas.

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