conociendo-a-Don-Bosco-2 Coincidirán conmigo en que, a veces, los recuerdos más sencillos que guardamos en nuestra mente son los más elocuentes y expresivos. Los pequeños sucesos aparentemente sin importancia le dan la viveza necesaria y el colorido más hermoso a la realidad que atesora nuestra memoria.

Eso sucede también con nuestra historia salesiana. Los recuerdos más simples de aquellos primeros años del inicio del Oratorio nos sitúan ante la frescura de una manantial naciente que nos regala el agua cristalina y fresca de un torrente en crecida.

 

Juan Bautista Francesia, uno de los primeros muchachos que se quedan con Don Bosco en Valdocco, nos ha transmitido el recuerdo de pequeños sucesos que acaecían en un perdido rincón del Piamonte italiano. 

Escribe Francesia que la cocina de Mamá Margarita se convertía, en el otoño lluvioso y en el largo invierno, un espacio familiar y un refugio caliente para todos los muchachos que se acercaban al fuego buscando un poco de calor y también de afecto. En el hogar y en la más absoluta pobreza se entretejen páginas hermosas de lo que podríamos llamar, sin exagerar, la cuna de la obra salesiana.

Un muchacho, torturado por las bromas pesadas de sus compañeros, encuentra refugio junto a mamá Margarita, que le regala un racimo de uvas y bromea con él hasta arrancarle una sonrisa.

Un oratoriano, que ha hecho de un libro una pelota y juega con él hasta destrozarlo. Mamá Margarita, dándose cuenta, le llama la atención reprendiéndolo enérgicamente. Al momento, viéndolo mortificado, piensa: “tras la herida, hace falta el aceite”, y le da con cariño una manzana.

 

Un muchacho que tiene hambre y se cuela en la cocina entreteniéndola para aprovechar su descuido y robar un pedazo de queso. Mamá Margarita, lavando las verduras, se da cuenta y le recrimina: “¡Bien! La conciencia es como las cosquillas, hay quien las siente y quien no las siente”. Y le da un buen tirón de orejas acompañado de una sonrisa.

Sentada un día junto a un muchacho que andaba por mal camino, le dijo con la bondad y la energía de una madre:

 

“Debo decirte algo importante, ¿No te das cuenta de que has cambiado? Yo sé lo que te pasa. Te descuidas en tus responsabilidades y has dejado de rezar. Eres el último en ir a la iglesia y vas de mala gana. Si Dios no te ayuda, ¿qué pretendes hacer en la vida? Cómete esta manzana y piénsalo un poco”.

 

Para los chicos que se portaban bien, tenía también su palabra al oído: “Bien, les decía, Don Bosco y el Señor están contentos contigo. Sigue así”.

 

Razón, religión y cariño. Los tres pilares en los que se fundamenta el Sistema Preventivo. Valdocco fue un taller para experimentar –en vivo y en directo- el método educativo de nuestro padre. Don Bosco lo aprendió de Margarita. Y bien podríamos decir que el proyecto salesiano tiene mucho de la mirada bondadosa y tierna de la madre. Esta es nuestra memoria, nuestra historia. El manantial donde volver siempre a beber el agua fresca del espíritu salesiano.

Compartir