Conociendo-a-Don-Bosco El 30 de octubre de 1835, el joven Juan Bosco entraba en el Seminario para iniciar su preparación al sacerdocio. La tarde anterior, Mamá Margarita llamó a su hijo y le dijo:

 

“Querido Juan, cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen; al iniciar los estudios te recomendé la devoción a nuestra madre; ahora te aconsejo ser todo suyo: ama a los compañeros devotos de María y, si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”.

 

El mismo Don Bosco recuerda con cariño las palabras de su madre en las Memorias del Oratorio. Juan, con lágrimas en los ojos, le respondió:

“Madre, le agradezco cuanto ha dicho y hecho por mí; sus palabras no han sido dichas en vano y las conservaré como un tesoro durante toda la vida”.

Y verdaderamente así fue. Don Bosco no solo no olvidó nunca las palabras de su madre, sino que las vivió de manera admirable en todo momento. María, la Madre de Jesús, estuvo siempre presente en su camino vocacional. En aquel sueño providencial, cuando solo era un chiquillo, la mujer que le habló lo tomó de la mano como madre y maestra y no lo apartó de su lado nunca más.

 

María, Inmaculada, Consolación y Auxilio de los cristianos fueron devociones que Don Bosco vivió intensamente descubriendo en estas advocaciones a la mujer que le pidió que fuera humilde fuerte y robusto y le mostró el campo donde debía trabajar: los jóvenes más pobres y abandonados.

 

María Auxiliadora, en Valdocco, fue la mamá de la casa; se paseaba por los patios, tocaba los corazones de los muchachos, extendía su manto sobre ellos y era para todos el consuelo y la fortaleza en los momentos de dificultad.

Don Bosco supo inculcar en la vida de sus jóvenes una devoción recia y filial hacia la Madre de Jesús. Cuantas veces pidió a su hijo que convirtiera el agua en vino en el Oratorio para que continuase habiendo fiesta. Cuantas veces intercedió para que el Señor multiplicase los panes y los peces (y las castañas) en las pobres manos de nuestro padre. Cuántas veces atendió las súplicas de los chicos arrodillados a los pies de su imagen.

 

En las presencias salesianas de todo el mundo la fiesta de María Auxiliadora es especial. Son días en los que la casa viste sus mejores galas y se respira un aire de alegría por todas partes. En la familia de Don Bosco hemos aprendido a invocarla como auxiliadora, dispensadora de todas las gracias de su Hijo, mediadora e intercesora ante Dios, Madre cercana y entrañable en toda ocasión.

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