Conociendo-a-DB-1 Al mismo tiempo que el Oratorio de Valdocco se desarrollaba con la ampliación de nuevos talleres y la construcción de nuevos edificios, Don Bosco se empleaba a fondo para cuidar el ambiente positivo y pastoral de la casa. 

A finales de los años cincuenta, comenzó a dar vida a diferentes asociaciones juveniles que fueron pensadas como auténticos movimientos educativo-pastorales destinados a hacer madurar la fe de sus muchachos y a proyectar un ambiente de piedad y de apostolado en todos los niños y jóvenes de la casa.

Don Bosco logró progresivamente un importante núcleo de fervor entre sus muchachos que se expresaba, además, en un compromiso de coherencia personal en sus estudios y obligaciones, así como en el servicio solidario a los propios compañeros, especialmente a los que más lo necesitaban.

Así, las “compañías” se convirtieron en un instrumento pedagógico, según la concepción de la época y adaptado a las posibilidades de los jóvenes, que ayudó a Don Bosco en el desarrollo de su misión y educó a sus muchachos en la fe y en la caridad.

Tras la aprobación del dogma de la Inmaculada Concepción en diciembre de 1854, surge en el Oratorio la Compañía de la Inmaculada. Impulsada por Domingo Savio y acompañada por Don Bosco, como podemos leer en sus estatutos, la compañía fue fundada para “honrar a María” con el compromiso de “cumplir cuidadosamente los deberes de cada día” y “cuidar a los compañeros estimulándolos al bien con palabras y sobre todo con el ejemplo”.

 

Don Bosco había intuido bien donde estaban las prioridades pastorales para sus muchachos, y los resultados le dieron la razón. Es emocionante leer el acta de la reunión de la constitución de la Compañía de la Inmaculada del 9 de junio de 1856, que enumera los nombres de los miembros fundadores:

Nosotros, Rocchietti Giuseppe, Marcellino Luigi, Bonetti Giovanni, Vaschetti Francesco, Durando Celestino, Momo Giuseppe, Savio Domenico, Bongioanni Giuseppe, Rua Michele, Cagliero Giovanni…

 

Si exceptuamos a Domingo Savio, que murió al año siguiente, y al tal Giuseppe Momo, todos los demás miembros fundadores de la compañía fueron mas tarde salesianos. Bien podemos decir que constituyeron el germen de la futura sociedad de San Francisco de Sales. De entre ellos, salesianos de una talla enorme, fieles colaboradores de Don Bosco hasta el final y un joven santo como fruto más precioso de aquellos años prodigiosos de Valdocco.

 

No, Don Bosco no se equivocó. Supo poner la mirada en lo esencial: un ambiente pastoral positivo, fruto de la confianza y el espíritu de familia; una experiencia religiosa que transforma y madura a las personas; una “cultura vocacional” cuidada especialmente a través de los movimientos apostólicos; un acompañamiento, en fin, que permite personalizar la experiencia y orientar el camino hasta situar al chico en la posibilidad de una opción vocacional madura y libre.

 

Volver a Don Bosco supone redescubrir sus grandes intuiciones educativo-pastorales. Hoy podemos iluminar nuestra compleja realidad con la misma pasión y creatividad que nuestro padre supo poner en aquellos años, también difíciles, de los inicios oratorianos en Valdocco.

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