Ofrecía oportunidades para desarrollar potencialidades Don Bosco se empleó con todas sus fuerzas para abrir futuro en la vida de muchos jóvenes que habían perdido toda esperanza. Siendo joven sacerdote, vio, escuchó, supo captar la realidad social y ponerse manos a la obra para tratar de paliar los efectos desastrosos de una Revolución Industrial que estaba dejando en la cuneta a los hijos de nadie.

Eran, los más, emigrados del campo a la ciudad en busca de una fortuna que muchos les negaban obstinadamente, excluyéndolos de la nueva realidad social que emergía con fuerza al calor de un nuevo orden económico.

En Turín, Don Bosco se dio cuenta de que no bastaba con partir el pan de la solidaridad con los más necesitados, sino que era urgente poner en marcha una revolución paralela. Era necesario hacer palanca sobre los rígidos cánones industriales y la nueva economía burguesa para propiciar un cambio social. Se trataba, en efecto, de dar más a los que menos tenían y ofrecerles oportunidades para asegurarles la posibilidad de desarrollar todas sus potencialidades.

La obra de los Oratorio, como le gustaba llamar a su proyecto el propio Don Bosco, fue el intento logrado de hacer protagonistas a los jóvenes de su propio futuro, de implicarlos en su desarrollo y en el cambio social, de canalizar todas sus energías de bien para propiciar una realidad nueva en medio de un mundo que nunca presta suficiente atención a los más vulnerables.

Escribe el propio Don Bosco en los “Apuntes históricos del Oratorio de San Francisco de Sales (1862):

“En cada año se ha logrado colocar a varios centenares de jóvenes junto a buenos empresarios con los que han aprendido un buen oficio. Muchos volvieron a sus casas y a sus familias de donde habían huido; y ahora se mostraban más dóciles y obedientes. No pocos fueron empleados en honestas familias(…) Bastantes de ellos encuentran trabajo en las bandas de música de la guardia nacional o en las bandas militares; otros continúan su oficio en nuestra casa; un numero importante se dedica a la enseñanza; estos hacen regularmente sus exámenes o se quedan aquí en casa y van en calidad de maestros a los pueblos en los que se les requiere; algunos hacen también carreras civiles”.

Ciertamente, resultados más que notables que harían interesarse por la fórmula del éxito en los porcentajes de inserción laboral a más de un ministro de trabajo en la actualidad. Bromas aparte, lo cierto es que Don Bosco lleva a cabo una ingente tarea de promoción que busca no solo una acción paliativa con sus muchachos necesitados, sino una auténtica transformación social. Su proyecto educativo-evangelizador quiso ser una palanca de cambio para mejorar la realidad y adelantar un futuro con más oportunidades para todos.

Fue la otra revolución. La de un mundo diferente en el que nadie es excluido ni condenado a comer solo las migajas que caen de la mesa del señor. En tiempos de crisis, la fuerza utópica de aquel joven sacerdote turinés es un estímulo para creer que otra realidad es posible.


Compartir