conociendo a DB 2 Son realmente enormes las necesidades de Don Bosco: Valdocco sigue creciendo. A los talleres de sastrería, zapatería y encuadernación se une en 1856 el de los artesanos de la madera. Entre 1855 y 1860 nacen también cinco clases de secundaria para los internos. El clérigo Juan Cagliero enseña música.


Los huéspedes fijos del Oratorio son más de doscientos; a los que hay que añadir el centenar de los que lo frecuentan los días festivos y por la noche, y los que se presentan también los días ordinarios: para ellos organiza Don Bosco las clases elementales diurnas junto a las nocturnas.

La presencia y guía de Don Bosco es indispensable, aunque haya confiado responsabilidades y autoridad a varios jóvenes del oratorio, cuidando de dar sólidas bases reglamentarias a las distintas actividades: “Redactaba o perfeccionaba los reglamentos tanto del Oratorio como de la residencia o del colegio, enriqueciéndolos con un potencial educativo que se convertiría en hábito en las obras juveniles futuras”. Primero hizo el Oratorio y despuéss el reglamento, no al revés. Y Valdocco posee peculariedades únicas, que Pietro Braido enumera así: “La carga de humanidad y de dulzura, la singular atención a la psicología juvenil, la notable simplificación de las prácticas religiosas, el amplio espacio otorgado al juego y al recreo, la frescura de las fiestas y los encuentros”. Todo esto va a parar en el Reglamento del Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco.

Está formado por dos partes de 13 y 10 capítulos. Comienza describiendo la institución. El oratorio no es solo lugar de oración, de recreo o de estudio, sino las tres cosas a la vez. Pretende ayudar a jóvenes abandonados de los 12 a los 20 años. “de los cuales un gran número procedía de las cárceles o corría peligro de caer en ellas”, para que se hagan honestos ciudadanos y buenos cristianos: para ellos organiza el recreo en los días festivos “tras haber asistido a las funciones de la iglesia”. Es una propuesta dirigida ante todo a los trabajadores que en el día de descanso pueden ser víctimas del ocio o de las malas compañías, pero «no se cierra a los estudiantes».

La diversión y el juego son vistos como instrumentos para ofrecer a la juventud la “instrucción moral y religiosa” que es el fin primario del Oratorio: este “está puesto bajo la protección de san Francisco de Sales para indicar que la base sobre la que se apoya esta congregación tanto para el que manda como para el que obedece, debe ser la caridad y la dulzura, que son las características de este santo”.

Siguen indicaciones detalladas para los que tienen responsabilidad del Oratorio: el director debe ser ejemplo de piedad, caridad y paciencia, “mostrarse siempre amigo, compañero y hermano de todos, de modo que anime siempre a cada uno al cumplimiento de sus deberes con el ruego, nunca con la severidad del mandato”.

A los catequistas se les dan instrucciones minuciosas, casi para cada momento: antes de acabar la lección, cuenten episodios de la historia sagrada o de la historia de la Iglesia, un apólogo, “o un ejemplo moral tendiente a poner de manifiesto la fealdad del vicio o la belleza de alguna virtud”. Hay que combatir además “la blasfemia, la profanación de los días festivos, la deshonestidad y el robo, la falta de dolor y propósito en la confesión”. A los jóvenes se les debe enseñar la “caridad con los compañeros, la obediencia a los superiores, al amor al trabajo y la fuga del ocio y de las malas compañías, la frecuencia de la confesión y de la comunión”. Y hágase todo con “rostro alegre”, mostrando la importancia de lo que se enseña; “al corregir o avisar úsense siempre palabras que animen y nunca las que avergüencen” Finalmente, “alabe siempre (el educador) a quien lo merece” y sea “ lento en reprobar”.

Don Bosco recuerda que las tareas se realizan “por caridad” y recomienda “caridad, paciencia mutua para sobrellevar los defectos de los demás, promover el buen nombre del Oratorio y de los empleados, y animar a todos a la benevolencia y a la confianza con el Director”.

Tomado de: Don Bosco, una historia siempre actual. Domenico Agasso

 

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