La comida está atendida todos los días por mamá Margarita Para los muchachos, nacen en otoño de 1853 los dos primeros talleres de Valdocco: primero el de los zapateros, después otro para los sastres. Don Bosco quiere entretener en el espacio protegido del Oratorio a aquellos jóvenes más en peligro, ocupándose directamente de su aprendizaje.

Aparte de no frecuentar ciertos lugares y no escuchar cierto tipo de charlas, los talleres internos le ayudan a resolver económicamente el serio problema de proporcionar vestido y calzado a todos los residentes. Hasta entonces se había ocupado de ello él mismo, haciendo por la noche de sastre y zapatero remendón.

La comida está atendida todos los días por mamá Margarita, ayudada también por su hermana Mariana, tía de Don Bosco, que pronto se convierte en la tía de todos. A ellas se unirán otras mujeres, entre las cuales las madres de Miguel Rua, del canónigo Lorenzo Gastaldi y del clérigo Bellia. La presencia femenina es una absoluta novedad en medio de los chicos del Oratorio. Con ellas no se respira el clima de colegio: parece una prolongación de la familia, donde las mamás y las tías proporcionan un toque de mayor humanidad. Es una de las invenciones más hermosas de Don Bosco.

A propósito de ello escribe el historiador Pedro Stella: “Debido a este clima de solidaridad familiar y casi pueblerina, a este clima de tensión solidaria de padre e hijos hacia los valores religiosos y la salvación eterna, hacia un futuro mejor de cada uno en la sociedad, hacia una mayor expansión, en fin, de las obras educativas, caritativas y devocionales que eran las principales en Valdocco, Don Bosco pudo ser considerado uno de los mas notables renovadores del colegio católico en la segunda mitad del siglo XIX”.

Ahora la población del oratorio está formada por los chicos y jóvenes que trabajan en el interior, por los que van a trabajar fuera y por los asistentes nocturnos y festivos. Se ocupan de ellos Don Bosco y otros sacerdotes, junto a los primeros catequistas. Los obreros especializados que enseñan en los talleres vienen, en cambio, de fuera y crearán no pocos problemas. Se trabaja sobre todo en las necesidades de la casa, aun cuando se vaya en busca de encargos externos que puedan aportar un poco de dinero. Mientras tanto, en 1854, nace un tercer taller, el de encuadernación, que constituye un paso hacia la realización del sueño de Don Bosco: tener una tipografía para imprimir textos religiosos. Pero nacerá solo en 1861, por ahora no hay dinero.

Domenico Agasso, Don Bosco una historia siempre actual

 

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