Conociendo a DB 253 14 de mayo de 1862: veintidós salesianos reunidos en una pequeña estancia de Valdocco hacen oficialmente por vez primera, puede que, con algo de temor, los votos de pobreza, castidad y obediencia.

De hecho, vemos cómo Don Bosco los anima: “Deseo vivamente que nadie se deje acobardar por inquietud alguna. Tengo poder para poner paz en sus corazones y también para dispensarlos de los votos, si viera que esa es la voluntad de Dios y el bien de las almas”. Pero añade inmediatamente: “De aquí a veinticinco o treinta años, si el Señor sigue ayudándonos como hasta ahora, nuestra sociedad, extendida por distintas partes del mundo, podrá llegar a los mil socios.”

Entretanto, a finales de 1862, hay seiscientos alumnos internos en el Oratorio, con cinco clases de secundaria, talleres de zapatería, sastrería, encuadernación, carpintería, mecánica, imprenta y composición, escuela de música vocal e instrumental. Lo frecuentan muchos centenares de externos, de los que seiscientos asisten a las clases en los días festivos. Y está, además, la Sociedad de San Francisco de Sales, un grupo de jóvenes consagrados ellos también a la salvación de las almas, especialmente las de los jóvenes pobres y en peligro.

No es poca cosa. Podría contentarse, pero decide abrir el primer colegio fuera de Turín. Se lo ha pedido el párroco de Mirabello Monferrato, diócesis de Casale, y él, de acuerdo con el obispo, ha respondido que sí. Lo llamarán Pequeño Seminario de San Carlos, porque espera que de él salgan también vocaciones salesianas; y en octubre de 1863 manda a Don Rúa con algunos clérigos, para realizarlo. Lo envía allí con unas hojas de avisos o consejos que más tarde serán recogidos e integrados en los Recuerdos Confidenciales a los directores de cada casa de la Sociedad Salesiana, llamados también “evangelio breve”.

El primero de ellos es: “Nada te turbe”. Después, cosas concretas y sencillas: “Cada noche descansarás siete horas”, “Evita las mortificaciones en la comida”, “Tus mortificaciones sean la diligencia en el cumplimiento de tus deberes y la paciencia con los defectos de los demás”. Para poder hacer el bien a sus salesianos deben ser activos y sanos, sin debilitarse con vigilias, penitencias y ayunos.
Mientras tanto, Don Bosco está elaborando otro proyecto: construir una nueva iglesia. Nueva y grande, porque la de San Francisco ya se ha quedado pequeña. Pero también porque quiere que sea un grandioso homenaje a la Virgen, la “Señora” que sigue visitándolo en sus sueños y que le ha indicado incluso el lema a poner en lo alto del nuevo edificio.

Doménico Agasso, Don Bosco una historia siempre actual.

 

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