El año del Señor de mil ochocientos cincuenta y nueve el dieciocho de Diciembre en este Oratorio de S. Francisco de Sales en la habitación del Sacerdote Giovanni Bosco a las 9 horas de la noche se reunían él mismo, el Sacerdote Vittorio Alasonatti, los seminaristas Angelo Savio Diácono, Michele Rua Subdiácono, Giovanni Cagliero, Gio Battista Francesia, Francesco Provera, Carlo Ghivarello, Giuseppe Lazzero, Gioanni Bonetti, Gioanni Anfossi, Luigi Marcellino, Francesco Cerruti, Celestino Durando, Secondo Pettiva, Antonio Rovetto, Cesare Giuseppe Bongiovanni, el joven Luis Chiapale, todos ellos con el fin y deseo de promover y conservar el espíritu de verdadera caridad que se requiere en la obra de los Oratorios para la juventud abandonada y en peligro, que en estos calamitosos tiempos viene seducida de mil maneras con daño para la sociedad y precipitada en la impiedad y la irreligión.

Como es bien sabido, desde que inició su trabajo con los muchachos pobres de Turín Don Bosco contó con la valiosa colaboración de sacerdotes y laicos. Entre estos últimos podemos recordar la curiosa relación de amistad y conflicto que tuvo con la marquesa Julia de Barolo a raíz de su opción juvenil.

El 1° de abril de 1934 -solemnidad de Pascua y conclusión del Jubileo extraordinario de la Redención- el Papa Pío XI proclamaba Santo al sacerdote turinés Juan Bosco, (1815-1888).

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