Como es bien sabido, desde que inició su trabajo con los muchachos pobres de Turín Don Bosco contó con la valiosa colaboración de sacerdotes y laicos. Entre estos últimos podemos recordar la curiosa relación de amistad y conflicto que tuvo con la marquesa Julia de Barolo a raíz de su opción juvenil.

¿Por qué Don Bosco se dio a la tarea de fundar una congregación en tiempos en que el gobierno y grupos influyentes eran adversos a una iniciativa de este género? Fue la experiencia y ciertos hechos que lo fueron conduciendo a tomar esta resolución.

Quizá lo sucedido en el año 1848 terminó por inclinar la balanza en dicha dirección. Hubo guerra entre varios estados italianos y Austria, una potencia que dominaba una parte de Italia. El papa Pío IX se negó a participar en una guerra contra Austria, una nación católica. Pareció entonces que en Italia había dos grupos: los patriotas, que querían una Italia unida y libre de toda dominación extranjera, y los antipatriotas, que no amaban a Italia. El problema no era tanto que no querían a Italia, sino en qué situación quedaría el papa y sus territorios en una nueva Italia. ¿Se le respetaría su reino?

Para colmar la medida, el arzobispo de Turín era conservador e intransigente, lo cual contribuyó a complicar más la situación. El mismo clero piamontés se vio envuelto en este conflicto. Por un lado, un buen grupo de seminaristas y sacerdotes fueron patrióticos, y apoyaron al gobierno en su lucha libertaria y unionista, por otro, los conservadores apoyaron al papa, al arzobispo y fueron celosos custodios de los derechos y privilegios de la Iglesia. Sobra decir que Don Bosco perteneció al segundo grupo.

Pues bien, varios buenos sacerdotes dedicados a trabajar con los muchachos pobres eran favorables a las iniciativas del gobierno piamontés. Y la diversidad ideológica los fue separando de Don Bosco, y a éste de ellos. Basta recordar que el sacerdote Cocchi, quien fue el pionero de los oratorios en Turín, llevó a sus muchachos al campo de batalla. Su oratorio, el Angel Custodio, fue puesto poco después bajo la dirección de Don Bosco. Si bien esa fue una decisión del arzobispo, tuvo que caer muy mal a los sacerdotes “liberales”. Sin duda que Juan Bosco fue visto como el niño bonito y de confianza del prelado. Más tarde el P. Cocchi fundará un nuevo oratorio y una asociación pro juventud.

Aparte de lo anteriormente dicho, ya en varias ocasiones había surgido iniciativas para crear una federación de oratorios turineses y Don Bosco se mantuvo distante. Quería una plena autonomía, preservar su propio estilo educativo e intuitivamente multiplicar su experiencia oratoriana.

 

Otro factor fue la siempre creciente complejización de su obra. Una cosa era tener un oratorio festivo dominical, o dedicar el tiempo libre a los jóvenes, otra, empezar a ofrecer casa, comida, trabajo, talleres y estudio. Sin duda que sus colaboradores fueron muy generosos, pero no podía contar con ellos a toda hora, puesto que tenían otras responsabilidades. En su proceso de reflexión incluso barajó la posibilidad de unirse a un instituto religioso ya existente como los Oblatos de María Virgen o el Instituto de la caridad de Antonio Rosmini. Al final llegó a la conclusión que necesitaba crear una sociedad religiosa acorde a los tiempos y a las necesidades de los jóvenes.

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