Rector-mayor-1 Hace 199 años, en un día como hoy, venía al mundo un niño, Juan Melchor Bosco, hijo de unos humildes campesinos.

Hoy nosotros, queriendo iniciar el Bicentenario de este hecho histórico, damos profundas gracias a Dios por lo que ha hecho con su intervención en la Historia, y en esta historia concreta, en las colinas de I Becchi.

En uno de los artículos de las Constituciones de la Congregación Salesiana, declaramos que Con sentimientos de humilde gratitud, creemos que la Sociedad de San Francisco de Sales no es sólo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios… El Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a San Juan Bosco. Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total (…), y la Iglesia ha reconocido la acción de Dios, sobre todo aprobando las Constituciones  y proclamando santo al Fundador”.

El carisma salesiano es el regalo que Dios, a través de Don Bosco, ha hecho a la Iglesia y al Mundo. Se ha formado en el tiempo, desde las rodillas de Mamá Margarita hasta la amistad con buenos maestros de vida y sobre todo en la vida cotidiana con los jóvenes.

 

Hoy nos encontramos como Familia de Don Bosco, Familia Religiosa Salesiana, acompañados por tantas autoridades civiles y eclesiásticas, amigos de Don Bosco, y jóvenes, en las mismas colinas que lo vieron nacer, para proclamar el inicio de la celebración de este Bicentenario de su nacimiento que tendrá como punto de llegada, después de tres años de preparación y uno de celebración, el próximo 16 de agosto de 2015 donde se cumplirán los 200 años de su presencia en la Iglesia y en el mundo, para bien de los jóvenes.

 

El Bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco es un año jubilar, una ‘año de Gracia’, que queremos vivir en la Familia Salesiana con un profundo sentimiento de gratitud al Señor, con humildad pero gran alegría porque el mismo Señor ha sido quien ha bendecido este hermoso movimiento espiritual apostólico fundado por Don Bosco bajo la guía de María Auxiliadora.

 

Es un año jubilar para los más de treinta grupos que ya formamos esta gran Familia, y para  otros muchos que, inspirados en Don Bosco, en su carisma, en su misión y espiritualidad esperan ser reconocidos en esta Familia.

 

Es un año jubilar para todo el Movimiento Salesiano que, de una u otra manera, hacen referencia a Don Bosco en sus iniciativas, acciones, propuestas, caminan compartiendo espiritualidad y esfuerzos por el bien de los jóvenes, en especial de los más necesitados.

 

Este Bicentenario quiere ser, para todos nosotros, y en todo el mundo salesiano, no tanto un tiempo de festejos sin trascendencia alguna, cuanto una ocasión preciosa que se nos ofrece para mirar el pasado con agradecimiento, el presente con confianza, y para soñar el futuro de la misión evangelizadora y educativa de nuestra Familia Salesiana con fuerza y novedad evangélica, con coraje y mirada profética, dejándonos guiar por el Espíritu que siempre nos acercará a la novedad de Dios.

 

Creemos que este Bicentenario será una oportunidad para una verdadera renovación espiritual y pastoral en nuestra Familia, una ocasión para hacer más vivo el carisma y hacer tan actual a Don Bosco como siempre lo fue para los jóvenes. Creemos que será una oportunidad para vivir con renovada convicción y fuerza la Misión encomendada, siempre por el bien de los niños y niñas, adolescentes y jóvenes de todo el mundo, en especial quienes más nos necesitan, los más pobres y frágiles.

 

El Bicentenario será un tiempo en el que,  como Familia Salesiana, continuaremos, siguiendo el ejemplo de Don Bosco, en nuestro camino hacia las periferias físicas y humanas  de las sociedad y de los jóvenes.

 

Al igual que entonces con Don Bosco, el año del Bicentenario, y el camino posterior que hemos de recorrer, ha de ser para nosotros, Familia Salesiana, un tiempo en el que aportar lo que humildemente forma parte de nuestra esencia carismática: nuestro empeño por leer  las realidades sociales, especialmente juveniles, que hoy nos tocan;  nuestro compromiso con opciones claras en favor de los jóvenes excluidos o en riesgo de ser tales; nuestra  fe y plena confianza en ellos, en ellas, en cada joven, en sus posibilidades y capacidades; nuestra certeza en la bondad de su corazón, sea cual haya sido su historia, en la oportunidad que tienen de ser dueños y protagonistas de sus vidas, teniéndonos a su lado si lo aceptan, para desarrollar al máximo sus talentos, su vocación plenamente humana y cristiana.

 

Finalmente, este Bicentenario ha de ser también la evocación de tantas mujeres y hombres que en este proyecto apasionante han dado, de manera heroica, su vida por este ideal, en las condiciones más difíciles y extremas del mundo, y por eso son un triunfo, un tesoro inestimable que sólo Dios puede valorar.

 

Con esta convicción que tenemos, nos sentimos más animados no sólo a admirar a Don Bosco, no solo a percibir la actualidad de su gigantesca figura, sino a sentir fuertemente el irrenunciable compromiso de imitación de quien, desde estas colinas llegó a la periferia de Valdocco, y a la periferia rural de Mornese para implicar consigo y con otras personas a todo aquel, toda aquella que buscara el bien de la juventud y su felicidad en este mundo y en la Eternidad.

 

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