JMJ en Habana, Cuba Queridos jóvenes reunidos en La Habana:
Con mucha esperanza me uno a ustedes en este momento en que se ponen en sintonía con la Iglesia universal que tendrá su corazón joven en Cracovia. Confío en que estos días serán, para todos, una especial ocasión para el fomento de la cultura del encuentro, la cultura del respeto, la cultura de la compresión y del perdón recíproco. Eso es “armar lío”; eso es soñar. Y los jóvenes tienen que “armar lío”.


Les sugiero que vivan la experiencia de escuchar con detenimiento el Evangelio y luego poder hacerlo vivo en sus propias vidas de ustedes, en las de su familia, sus amigos. Ustedes saben, el Evangelio transforma el corazón: déjense transformar por sus palabras que «son espíritu y vida»; esas palabras que son concretas, concretas como la vida, porque ya a la edad de ustedes se habrán dado cuenta que la vida es concreta, no son sueños, la vida es concreta, o la tomas como viene, concreta, o fracasas.
Cuando recen el Vía Crucis recuerden que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos, y esto simplemente porque la Cruz es la certeza del amor fiel de tienen algo común: ese deseo de soñar y ese amor a la patria. Lo importante, iguales y diferentes, es construir la “amistad social” con todos; tender puentes, trabajar mancomunados. ¡Tender puentes! Alguno de ustedes me podrá decir: ¿Y cómo puedo yo tender un puente, si no soy no carpintero, ni ingeniero? Todos podemos tender puentes, con la palabra, con el deseo, con el corazón. Pero ahora los invito a ser constructores de un puente humano, del primer puente que se tendió en la historia: dense la mano, estiren el brazo y dense la mano. ¡Háganlo! Y así, ya, todos juntos, con la mano tendida, estamos dando testimonio de que queremos tender puentes y trabajar mancomunados.
Muchachos y muchachas, reunidos en La Habana, pero con el corazón puesto en Cracovia: ¡no se desencuentren! ¡Vayan juntos! Tiendan puentes, siempre con la mano tendida.
En ese caminar, los anima la Virgen María de la Caridad. Ella desde hace más de 400 años acompaña la fe, la esperanza y el encuentro entre todos los cubanos. Pongo a sus pies, todo lo hermoso que su Hijo les regalará en estos días. Y recuerden las palabras de Ella en Caná: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2,5).
Les aseguro mi cercanía y mi oración por ustedes y por todo el amado pueblo cubano, a la vez que, con particular afecto, los bendigo. Y como siempre les pido: recen por mí.

Un abrazo y un puente

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