Amazonia El 27 de octubre del 2019 concluyó el Sínodo de los Obispos para la región panamazónica. El Santo Padre Papa Francisco motivó este Sínodo con el título: “Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral”. Uno de los participantes fue el P. Martín Lasarte, SDB, que pertenece a la oficina de las misiones salesianas quien, al finalizar ese encuentro, escribió un texto en el que plantea algunas reflexiones.

 

Como decía un padre sinodal, luego de las cascadas y rápidos andinos se llega a los ríos pacíficos y serenos amazónicos que se dirigen al mar.

Leyendo el hermoso documento final, da esta sensación. Luego de un rico y animado intercambio de puntos de vista, de compartir experiencias por veces bastante diversas, se ha llegado a un sereno río amazónico, donde la riqueza de sus contenidos y el equilibrio están presentes, sin nada sacar a su fuerza y vitalidad transformadora de la naturaleza, de la sociedad y de la vida de los hombres y mujeres.

El documento es un rico, caudaloso y profundo río, que recoge muchas corrientes de los diversos países y vivencias de las iglesias amazónicas y les ofrece a todos sus aguas para que tengan vida y Vida en abundancia. Ciertamente que precisa todavía de algunos ajustes per el trabajo está realizado.

Uno de los nombres que se le puede dar este río es “conversión”. Conversión a Cristo y su Evangelio, que se traduce en una conversión pastoral, cultural ecológica y sinodal.

La grande mayoría de las problemáticas ecológicas y pastorales levantadas en el Sínodo están presentes en el documento final con una feliz y serena síntesis. Es de felicitar a la comisión de redacción que recogió los 831 modos de los círculos menores y con un trabajo titánico supieron integrar y coherentemente armonizar... y lógicamente siendo conscientes en la presencia y acción del Espíritu Santo en la cotidianidad de su Iglesia.
Apenas subrayo algún que otro elemento de la riqueza del texto.

Particularmente deseo agradecer el significativo espacio dedicado a la Amazonía de rostro joven: la preocupación por los jóvenes indígenas, ribereños, afrodescendientes, migrantes, colonos, rurales, urbanos, a los cuales el documento ofrece una particular atención. Se está atento a su vulnerabilidad, sueños y dificultades. A la luz del sínodo anterior surgen varias interpelaciones: la necesidad de acompañarlos y educarlos; ayudar a su proyecto de vida con el discernimiento y acompañamiento vocacional, proponer espacios creativos para formar líderes con una pastoral de procesos centrada en Jesucristo y su proyecto, dialógica e integral. Los jóvenes son un enorme potencial por su compromiso en la Iglesia, en la sociedad y por su sensibilidad por el cuidado de la Casa Común, pudiendo ser “profetas de la esperanza”.

Una de las características del Sínodo es la opción preferencial por los pueblos indígenas. El capítulo tercero es muy rico en la atención al tema de las “culturas”: las riquezas culturales, la interculturalidad, el diálogo, el valor de la alteridad, inculturación del Evangelio. La Iglesia está presente como hermana aliada de los pueblos indígenas en la defensa de su dignidad, vida y derechos. El anuncio inculturado del Evangelio, la teología india o de rostro amazónico, la piedad popular son caminos para interiorizar y apropiarse de Jesucristo y sus actitudes. Se subraya la importancia de la educación, que sea intercultural, bilingüe y realmente de calidad, pues es un derecho fundamental.

El capítulo cuarto presenta las bien reflexionadas propuestas en favor de la ecología integral. En la elaboración de esos parágrafos estuvieron presentes profesionales y expertos en la materia. Es la temática que nos sumerge nuevamente en la Laudato Si, que nos interpela a vivir nuestra fe tiendo muy presente esta dimensión del cuidado del Creado, no como un apéndice, sino como un aspecto constitutivo de la ética cristiana que nos lleva a alargar la caridad con las generaciones que vendrán. Esto trae por consecuencia una propuesta de vida menos consumista y felizmente más austera.

El quinto capítulo sobre la conversión sinodal, es aquel que se ha construido con más paciencia, artesanalmente, en la búsqueda de consensos. Se profundiza el concepto de sinodalidad a la luz de las Escrituras y la Tradición de la Iglesia. El presente documento final es un auténtico fruto de la sinodalidad. Aparece el aspecto fundamental de la ministerialidad eclesial, a la cual todos, por el bautismo todos son llamados. Una ministerialidad creativa, capaz de dar nuevas respuestas misioneras. Queda abierto al diálogo y el estudio del diaconado permanente femenino y se pide de establecer criterios y disposiciones por parte de la autoridad competente de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos por la comunidad, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable, para atender las zonas más remotas amazónicas. La redacción del texto es equilibrada y se abre, al final, a la posibilidad que el tema sea abordado a nivel universal, siendo yo particularmente favorable a esta propuesta. De hecho estos dos puntos fueron los menos consensuales. De todos modos estos temas quedan en manos del Santo Padre, de forma que como Pastor Universal, nos orientará los caminos a seguir.

Un grande tema propuesto en este capítulo es de como implicar a las iglesias locales de toda América en la “misión amazónica” sea en la contribución de personal y como de medios económicos. Se abre también la reflexión sobre los ritos para los pueblos originarios, siendo necesarias buenas traducciones de textos, para celebrar el único misterio de Cristo, con gestos y símbolos, que sin perder lo esencial, lo hagan más próximo a la vida de los pueblos; hay que ser conscientes de que la Amazonía es un conjunto de diversas familias de pueblos con variadas tradiciones culturales, por lo cual, hay que estar atentos a no homologar tal riqueza y diversidad cultural.

Agradecemos a Dios, el regalo de este Sínodo Amazónico. Que de este evento, de esta fuente, puedan surgir procesos de vida en la Amazonía y de la Vida, con mayúscula, vivificando con su gracia, con su Palabra, con su presencia salvadora y liberadora a los 34 millones de habitantes, pueblos y comunidades, de esta bendita tierra, don de Dios para toda la humanidad.


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