Hace poco me puse a pensar en la importancia de estimular el autoestima de mis pequeños y decidí darle prioridad al tema, sin embargo me tomó por sorpresa saber que ya lo estaba haciendo y no me había dado cuenta.
Gracias a Dios tuve la dicha de crecer en un hogar, en el cual todos los sentimientos eran validos y valorados por mis padres, la alegría, la rabia, la ira; siempre fueron muy abiertos y me pude expresar a totalidad.
Recibí mucho amor de mi madre, quien me cuido la mayoría de mi infancia y sentí muy fuerte la protección de mi padre, en la parte económica. Cada uno, a su forma, velaron porque mi vida fuera la mejor posible y se los agradezco cada día mejorando las técnicas que usaron en aquel tiempo conmigo.
Dentro de esos buenos hábitos, se encuentra el agradecimiento a Dios y he descubierto que mi princesita Ana Lucía ya lo vive. Hace poco la estaba mimando y a modo de juego le pregunte, ¿por qué sos tan linda Lucy? y ella naturalmente me contestó: porque así me hizo Papa Chuz, riéndose a más no poder.
Traté de asimilar su respuesta, pero no pude y me quede perpleja al descubrir que algo tan fundamental en la fe cristiana, ya es para ella una verdad de vida. Me sentí feliz de saber que, en su pequeña concepción del mundo, Dios ya es el centro y no pude más que darle gracias al Señor por darme tan inmenso tesoro.
Estas son pequeñas experiencias que como madre me dan fuerza para seguir adelante, a pesar de todo lo que en estos días atenta contra la integridad de la familia y de la persona misma.