red.es en flickr free A lo largo de las últimas décadas  surgió en el mercado una serie de programas sobre gestión empresarial, presentados como estrategias de negocios capaces de revolucionar el proceso gerencial. Entre los que emergieron, unos continúan hasta hoy en la cresta de la onda, otros se hundieron.

El Seis Sigma, que mide (estadísticamente) la capacidad del proceso de trabajar sin fallos, está disfrutando de gran relieve entre empresas que optan por la excelencia. Sigma es la décima octava letra del alfabeto griego, correspondiente a nuestra S. Como límite de especificación, parte de la clase Un Sigma, que presenta  697.700 defectos  por millón y alcanza el Seis Sigma con sólo 3,4 fallos por millón, o sea, un 99,99966% de perfección. Un auténtico ADN.

 

Entre los especialistas del sector, hay unos que entienden que finalmente surgió algo innovador, otros no tienen miedo en afirmar que se trata de una película que ya terminó. Polémica   aparte, se  nota que todas las estrategias gerenciales tienen los mismos objetivos: eliminar los fallos, mejorar la calidad, reducir costos, aumentar la productividad, satisfacer al cliente y elevar las ganancias.

La diferencia puede estar en la metodología. La propia implementación de las estrategias de negocios abarca una semejanza muy grande: el compromiso de la alta administración para  optimizar recursos y cambiar el propio comportamiento, formación de un equipo de gestores que  se encargarán de elaborar las normas de procedimientos y el calendario de actividades, capacitación de todos los operarios, identificación de oportunidades, criterios para evaluación de resultados y creación   de  un  sistema  de incentivos motivacionales.

 

Si creemos en la eficacia del programa, deberíamos aprovechar la misma metodología (estadística) para implementar el “Seis Sigma Emocional”. Vamos a erradicar la vanidad, las injusticias, el  irrespeto  profesional, la envidia, las intrigas, el prejuicio, la mentira, la arrogancia y la discriminación.También debemos eliminar los chismes, el acoso sexual, las amenazas, la traición, el revanchismo y la hipocresía. Podemos también proscribir las dimisiones humillantes de operarios que trabajaron  por décadas en la empresa y son dimitidos por carta, por llamadas  o por otras formas denigrantes. Los sentimientos negativos se sitúan a  la raíz   de las causas de fracaso de carreras prometedoras, suspensión de pagos de empresas y caída de gobiernos como, por  ejemplo, el entonces poderoso Imperio Romano – el más célebre de la historia   de la humanidad.

 

Finalmente, ¿en qué clase de Sigma Emocional estará la mayoría de las empresas? La  falta de lealtad provoca un clima de incertidumbre, llevando a varias personas a diferentes grados de desequilibrio emocional. “En los países industrializados, una de cada cuatro personas (un 25%) sufre perturbaciones psíquicas durante su vida laboral. Un estudio publicado por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) considera que los disturbios emocionales se convierten en “stress”. Estos disturbios varían desde grave ansiedad y depresión hasta enfermedad mental crónica. Serían causas del “stress” la supervisión muy constante, el barullo excesivo, situaciones  peligrosas y una actitud impersonal de los supervisores frente a los trabajadores. Lo más grave es que esa publicación tiene fecha de 1987. Una investigación realizada en 1998 en Estados Unidos con 305 ejecutivos de recursos humanos reveló  que las faltas por estrés  casi se nivelan con las provocadas por enfermedades físicas.

 

Considerando que en los últimos años ha habido mayor crecimiento de la competencia, amenaza de desempleo, pérdida del poder adquisitivo de la clase trabajadora y presión por el aumento de la productividad, podemos concluir que la implementación, a costo cero, del “Seis Sigma Emocional”  puede rescatar el orgullo y la satisfacción de trabajar en una organización.

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