Hoy en día muchos escogen la cohabitación (convivencia en pareja) en lugar del matrimonio como primera forma de convivencia con la persona amada. Algunos deciden vivir así para siempre; muchos acuden al matrimonio después de esta experiencia y, en cualquier caso, parece que es una fórmula que resulta atractiva a muchos jóvenes de hoy.

 

Los estudios que están apareciendo, en la actualidad, sobre la cohabitación indican que la cohabitación antes del matrimonio aumenta el riesgo de divorcio una vez casados. Parece que la cohabitación puede cambiar la actitud de la pareja ante el matrimonio. Las personas que cohabitan son menos entusiastas ante el matrimonio y la paternidad. La institución del matrimonio les atrae menos y, cuando se casan, parece que tienen menos éxito y son más favorables al divorcio. La cohabitación seriada le hace a uno cambiar más fácilmente de pareja antes problemas que, de otra manera, podrían solucionarse con un esfuerzo de ambos, porque uno se puede acabar acostumbrando a las rupturas. El nivel de “certeza” o de “seguridad” sobre esas relaciones acaba siendo menor.

 

No parece que se aprenda a amar mejor con múltiples experiencias y estas experiencias son, por el contrario, previctorias de fracaso en el futuro. Algunos estudios indican que cuanto más larga es la experiencia de cohabitación, más se fija la costumbre/norma de “bajo nivel de compromiso” y esto dificulta el mantenimiento del compromiso del matrimonio si se casan.

 

No podemos negar que hay una diferencia entre personas que viven juntos teniendo la intención de comprometerse para siempre (existe en este caso la voluntad de perdurar si bien no lo han hecho de un manera explícita) y aquellas sin dicha intención. Sin embargo, se diferencian del matrimonio en la fuerza y validez que indiscutiblemente da el compromiso solemne ante terceros.

Por: EFE

El apetito consumidor que existe en el mundo no sólo ha perjudicado por igual la vida de ricos y pobres, sino que mantiene un ritmo insostenible, según el "Informe sobre el estado del mundo en 2004" publicado por el Instituto Worldwatch (Una mirada sobre el mundo).

 

La necesidad de gastar sin motivo aparente, de una manera compulsiva, se está convirtiendo en una obsesión de los mayores que se empieza a contagiar a los más pequeños. Los periodos de rebajas o descuentos en grandes almacenes y tiendas suelen ser los peores. 

Las Organizaciones de Consumidores y Usuarios recomiendan que se ejercite un “consumo racional y lógico” e incluso indican que se elabore una lista de los productos que realmente se necesitan antes de lanzarse a la calle con el dinero en el bolsillo.

 


SÍNDROME DE LA MODA

El llamado "Síndrome de la moda" es el fenómeno más reciente y sobre él se están estudiando gran número de casos en todo el mundo. Los expertos han definido el "Síndrome de la moda" como un comportamiento patológico que se caracteriza por la dependencia creciente del deseo de adquirir ropa y complementos del vestir que no son necesarios, hasta el punto de que los afectados regalan poco tiempo después prendas cuya compra representó un serio quebranto para su economía.

 

La mayor parte de los casos estudiados demuestran que la persona adquiere ropa o complementos no solo innecesarios, sino inapropiados para el estilo o la personalidad del comprador, incluso tallas mayores o menores de las que se necesitan. Estas adquisiciones desproporcionadas acarrean sentimientos de culpa, descenso de la autoestima y numerosos problemas con la familia.

 

Las personas más propensas a padecer este síndrome son mujeres entre los 18 y los 35 años con un nivel económico medio-alto y estudios preferentemente medios e incluso universitarios. El culto a la belleza motiva todo tipo de gastos de tiempo, dinero y energía, y no hay mejor forma de demostración del propio estatus que la utilización ostentosa del atuendo.

 

En cualquier caso, no debe confundirse el consumismo moderado, el de permitirse un capricho que levanta el ánimo en un día desmoralizador con la compra a discreción, que es lo que define el síndrome de la moda. 


LOS NIÑOS, AFECTADOS 

El problema se complica cuando se trata de niños o adolescentes. Nadie les ha educado ante el consumo y son las principales víctimas y las más indefensas ante el consumismo masivo que bombardea constantemente la publicidad de una u otra forma.

 

Para empezar, para los niños el dinero no está ligado a esfuerzo personal alguno. Es como el Gran Maná que baja del cielo, se pone en sus manos y les sirve para adquirir algún que otro capricho.

 

Los padres pasan poco tiempo en casa y lo solucionan poniendo a la disposición de sus hijos su tarjeta de crédito. La Asociación Mexicana de Estudios del Consumidor (Amedec) señala en uno de sus informes que muchos padres usan a la televisión como "niñera electrónica", que actúa, aparentemente, como un "narcótico" para los niños.

 

La Amedec afirma que "la TV rinde culto a la agresividad, el militarismo, la fuerza física, el liderazgo sin trabajo de equipo, sin solidaridad ni respeto". Bajo la influencia de la televisión, advierte la organización, los niños "se hacen irritables, caprichosos, cansados, permanentemente insatisfechos, por lo que buscan el consumo compulsivo de refrescos, bebidas, frituras, pastelillos o golosinas”.

 

María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense (Madrid-España) afirma que los más pequeños “observan el consumo como una manera fácil de conseguir la felicidad. Muchas veces asocian las compras con una muestra de afecto. Más me compran, más me quieren”.

 

ENFERMEDADES DEL CONSUMISMO

El Instituto incluye a la obesidad como "enfermedad del consumismo". "El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta", y agrega que más de 1,700 millones de personas ingresaron durante gran parte del siglo pasado a la "clase consumista" y adoptaron dietas, sistemas de transporte y estilos de vida hasta ahora limitados a Europa, América del Norte y Japón.

 

Christopher Flavin, presidente del Worlwatch Institute, afirmó durante la presentación del informe, que "el aumento del consumo ha ayudado a atender necesidades básicas y a crear fuentes de empleo. Pero en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los más desfavorecidos satisfagan sus necesidades básicas", añadió.

 

Flavin afirmó que los mayores índices de obesidad y deuda personal, escasez crónica de tiempo y degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida para mucha gente.