rectormayor La importancia de los ambientes de vida y de las personas en la formación del joven Don Bosco

“Recuerdo, y es el primer hecho de la vida del que guardo memoria, que todos salían del cuarto del difunto, y yo quería absolutamente quedar allí».

 «Ven Juan, ven conmigo», repetía la apenada mamá. 

«Si no viene papá, no quiero ir», contesté.

«Pobre hijo – volvió a decir mi madre – ven conmigo, tú ya no tienes padre». 

Dicho esto rompió en un fuerte llanto, me tomó de la mano y me llevó a otra parte, mientras yo lloraba porque ella lloraba”. 

El primer recuerdo de Don Bosco es la mano de su madre. Cuando conocerá a los jóvenes de las cárceles de Turín dirá: «Si hallan una mano bondadosa que de ellos se preocupe… se entregaban a una vida honrada, olvidaban el pasado, se volvían buenos cristianos y honrados ciudadanos. Este es el inicio de nuestro Oratorio».

 

Volviendo a leer su propia experiencia juvenil y el recorrido que lo ha llevado a realizar su Obra, Don Bosco, en las Memorias del Oratorio, ha puesto en luz el papel determinante de los educadores y de los ambientes en que se ha desarrollado su formación: la familia, la comunidad religiosa de Morialdo, la escuela de Chieri, el Seminario, el Convitto; los cuidados de mamá Margarita y de don Calosso, los cuidados de sus maestros en Chieri, la acogida y los consejos del confesor, los buenos amigos, el ejemplo estimulante de Luis Comollo, el enfoque disciplinar dado por los superiores del seminario, la ejemplaridad pastoral y espiritual y las enseñanzas de don Cafasso y del teólogo Guala.

 

Las raíces de la fuerza

También el contexto de pobreza y lo rudo del mundo campesino de su crecimiento tuvieron un papel importante en favorecer en él una actitud de confianza en Dios, de laboriosidad y firmeza, de sobriedad y creatividad. La oposición de Antonio, además, no fue enteramente negativa, porque hizo crecer su deseo y estimulado su inventiva para encontrar, en situaciones poco favorables, otros caminos posibles, recorridos alternativos útiles para traducir el sueño en realidad. Así también las resistencias encontradas en los primeros años del Oratorio de parte del Vicario de la Ciudad, de los párrocos, de la Marquesa de Barolo, o la falta de recursos económicos, de espacios y de colaboradores no fueron solo obstáculos, sino también desafíos que estimularon su caridad creadora y lo llevaron a poner en juego una estrategia de acción enteramente suya. Se había creado en él una mentalidad de adaptación proactiva en hacer el bien, una actitud confiada que le nacía de la confianza en Dios y lo llevaba a poner en obra lo factible, esperando los desarrollos y las oportunidades futuras. Una disponibilidad al cambio y a la adaptación oportuna frente a los imprevistos o a los obstáculos, a los que sabía dar la vuelta con amabilidad e inteligencia. Desarrolló también un modelo relacional y  comunicativo que miraba a la información y a la sensibilización de las personas, a involucrarlas, hecho que será determinante en el futuro. 

 

Las personas que lo amaron

Sobre todo las personas que lo formaron, su entrega educativa, su cuidado, asistencia y acompañamiento, su ejemplo y estímulo, fueron para él un recurso importante. En efecto, orientaron su camino de formación y, al mismo tiempo, se convirtieron en modelo de espiritualidad, de elección de vida, de relaciones paternales, de cuidado y de asistencia, de entrega… le proporcionaron una referencia eficaz sobre la cual modelar el sistema preventivo y su forma de obrar. A distancia de años, reflexionando en estas personas y en la actitud de ellas, Don Bosco sacó consecuencias importantes para su propio sistema. 

 

Los ambientes que lo formaron

También los ambientes de vida en que tuvo lugar su educación fueron un recurso importante para la elaboración de su modelo formativo: la familia pobre y laboriosa, la comunidad campesina solidaria de Morialdo, el ambiente escolar de Chieri (donde “la religión constituía un elemento fundamental de la educación”), la seriedad disciplinar y la tensión espiritual del Seminario, el clima ferviente del Convitto. Todas estas experiencias contribuyeron concretamente a formar en él una idea y una práctica de la comunidad educadora y de la comunidad religiosa, de las relaciones humanas y de los papeles formadores, del sentido de pertenencia y de colaboración. 

 

Una red para llegar a ser 

grandes

En el pensamiento y en la praxis de Don Bosco no puede haber educación sino al interior de una comunidad ordenada y laboriosa, serena y familiar, y en una red de relaciones humanas tejidas por educadores afectuosos y atentos, presentes junto a jóvenes en modalidad activa y estimulante, capaces de abrir horizontes, valorizar capacidades, moldear caracteres y guiar por senderos de la vida interior, con el método de la razón, de la religión y de la amabilidad.

 

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