ConociendoDB 257 Aquel febrero de 1828 era un día muy frío. Juan Bosco tenía trece años y su rostro estaba surcado por las lágrimas.


Había llorado mucho ese día. Llegó por la tarde al corral de esa gran granja, después de intentar durante días encontrar trabajo como ayudante en las otras granjas de la zona.
-Busca a la familia Moglia. Había sido el consejo de su madre.

Fue en busca de ellos. Temblaba de frío, de hambre y de cansancio. Llevaba sobre los hombros un pequeño atado de ropa, y además contenía lo más preciado para Juan: dos libros.

– ¿Adónde vas?, preguntó uno de los trabajadores.
– Estoy buscando al patrón. Necesito trabajar.
El granjero negó moviendo la cabeza, casi en broma:
– Bravo, trabaja.

El muchacho estaba confundido y perplejo. Entró resueltamente al lugar donde se encontraba la familia Mogilia, ocupada preparando el mimbre para atar las vides. El dueño, apenas lo vio, le preguntó: - ¿A quién estás buscando, muchacho?

– Estoy buscando al señor Luis Moglia.
– Soy yo ¿Qué es lo que quieres?
– Mi madre me envía. Me dijo que lo buscara para que sea su ayudante en el establo.
– Pero, ¿quién es tu madre?¿Y por qué te envía lejos de casa tan pequeño como te ves?
– El nombre de mi madre es Margarita Bosco. Mi hermano Antonio me maltrata. Ayer me dijo mi madre: Toma estas dos camisas y esa ropa, ve a Bausone (municipio cerca de Chieri) y busca trabajo, y si no lo encuentras, anda a la granja de los Moglia. Allí buscarás al maestro y le dirás que soy tu madre y que te envío. Espero que él te acoja.
– Pero, muchacho, estamos en invierno, y las granjas que tienen ayudantes, durante este tiempo los despiden; solo los tomamos a finales de marzo. Ten paciencia y vete a casa.
Juan agachó la cabeza, descorazonado. El cansancio y el peso del día lo agotaron por completo.
– Acépteme por amor de Dios. No deseo que me pague, pero déjeme en su casa.
– Pero, no te puedes quedar en mi casa, no harás nada.

Juanito rompió a llorar. Y empezó a recoger fibras de paja esparcidas por el lugar.
Dorotea Moglia, conmovida por esas lágrimas, convenció a su marido para que mantuviera al pobre niño en casa durante al menos unos días, y Luis no pudo resistir las súplicas de su buena esposa.
Los Molgia eran una familia muy grande y en casa vivían muchas personas, incluso tías y tíos. Todos trabajaban juntos pacíficamente. La granja era grande y hermosa. Aquella noche, Juanito se sorprendió cuando la señora Dorotea le mostró su habitación.

– ¿Una habitación para mí solo?
– Sí. Mira, es una buena cama. Espero que estés bien aquí.
La cama era buena, pero no le fue fácil dormir aquella noche. Ahora debía trabajar como los demás.

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