Recuerdos de Don Bosco a los primeros misionerosDurante todo el año 1875, Don Bosco cuidó personalmente hasta el más mínimo detalle la preparación de la expedición pionera rumbo a la Patagonia, con paradas obligadas en Buenos Aires y San Nicolás de los Arroyos. Tras no pocas dificultades, logró formar un pequeño grupo de diez jóvenes salesianos con la salud, ciencia y fortaleza necesarias para la misión. Reunidos en Varazze, aunque sin tiempo suficiente, intentaron instruirse en el idioma y en las costumbres de los pueblos a los que llevarían la palabra de vida eterna. Mientras tanto, con la entusiasta colaboración de muchos, se dedicó a preparar el ajuar necesario para los misioneros.

Un camino de esperanza: el nacimiento del oratorioEl segundo domingo de octubre, dedicado a la Maternidad de María, les informé a los jóvenes del traslado del Oratorio junto al Refugio. Al principio, se mostraron un poco inquietos, pero cuando les expliqué que allí tendríamos un espacio amplio, totalmente a nuestra disposición para cantar, correr, saltar y divertirnos, les entusiasmó la idea y esperaban con ansias el siguiente domingo para conocer las novedades que imaginaban. El tercer domingo de octubre, consagrado a la Pureza de María, poco después del mediodía, una multitud de muchachos de diferentes edades y condiciones corría hacia Valdocco buscando el nuevo Oratorio. —¿Dónde está el Oratorio? ¿Dónde está Don Bosco? —preguntaban por todas partes. Nadie supo darles respuesta, ya que en ese vecindario nadie había escuchado hablar de Don Bosco ni del Oratorio.

“Al terminar las oraciones nocturnas, anunció que Agostino debería dejar el Oratorio al día siguiente”.Debido a su rigor para mantener la disciplina, el ecónomo de Valdocco, Don Ángel Savio, no era bien visto por algunos alumnos. En una ocasión, mientras supervisaba el comedor grande, donde se reunían más de trescientos muchachos, un pedazo de pan cayó sobre su espalda. Aunque el proyectil pudo haber sido destinado a otro, Don Ángel Savio no reaccionó y se limitó a continuar con su tarea sin comentar nada.

Soy un catecismo de la parroquia de San Andrés de Castelnuovo. De Cuaresma a Cuaresma permanezco encerrado en un arcón de madera junto a varias docenas de pequeños catecismos hermanos míos. Mostramos con orgullo nuestro nombre: “Compendio de la Doctrina Cristiana”.

“Conversaban dos conciudadanos en la calle: ‘Oye, ¿has oído hablar de ese cura que ha venido de lejos y hace tantas cosas maravillosas?”…Las historias de milagros y actos extraordinarios realizados por Don Bosco, un "cura que ha venido de lejos" se tejían en cada esquina de la ciudad de Roma. La anécdota de los dos compatriotas que planeaban su encuentro con Don Bosco, basándose en un curioso método de cálculo para asegurar su buena fortuna, revela la fascinación popular hacia este hombre excepcional y el impacto que sus acciones dejaban en quienes lo rodeaban.

A diferencia de otras familias religiosas, en nuestros orígenes no hay grandes personajes intelectuales o de renombre científico o teológico. Don Bosco funda nuestra congregación con un grupo de sus muchachos de la primera hora. Eran chicos de la calle. Crecieron con él y junto a él descubrieron horizontes nuevos por los que valía la pena apostar la vida entera. Aquellos jóvenes decidieron quedarse con Don Bosco porque el pan prometido nunca se agotaba y era repartido a manos llenas a los pobres; el trabajo anunciado era la alegría de la entrega cotidiana y sin reservas; el paraíso, una esperanza cierta que hundía sus raíces en la misericordia y la ternura de Dios.

“¡Oh, la dulzura de aquella voz! ¡la afabilidad, el cariño que contenían aquellas palabras!Muchas personas necesitan aparentar ser diferentes, parecer más fuertes de lo que son. Querer ser lo que no son.

Aunque no tenemos certeza histórica de todas las fuentes que han llegado hasta nosotros, lo cierto es que es innegable la realidad de los sueños en la vida de Don Bosco.Sabemos bien que Don Bosco fue un soñador. Soñaba despierto... pero también soñaba... de verdad. Mucho se ha escrito sobre los sueños de Don Bosco tratando de encontrar una explicación razonable de un fenómeno que para muchos es un signo de la Providencia de Dios y para otros encuentra su lógica en fenómenos extrasensoriales. Hay quien afirmará que son sólo recursos educativos utilizados pedagógicamente por el santo y no pocos coincidirán con la opinión de la abuela de Juanito, quien al contar el sueño de los nueve años aseveró que “no hay que hacer caso de los sueños”.Pero ¿qué pensaba Don Bosco de sus sueños? En las Memorias Biográficas nos dejó su testimonio:

“El buen libro entra incluso en las casas donde el sacerdote no puede entrar… En una carta-circular de Don Bosco de julio de 1885 escribía: “El buen libro entra incluso en las casas donde el sacerdote no puede entrar... A veces permanece polvoriento sobre una mesa o en una biblioteca. Nadie piensa en él. Pero llega la hora de la soledad, o de la tristeza, o del dolor, o del aburrimiento, o de la necesidad de recreo, o de la ansiedad del futuro, y este amigo fiel deja su polvo, abre sus páginas y ...”.

El emperador de Austria, Hungría y Bohemia Francisco José,su madre Mariana y su hijo, el duque Rodolfo de Habsburgo eran benefactores de la obra de Don BoscoQue entre los grandes benefactores de Don Bosco figuraran el emperador Francisco José y su familia es una sorprendente novedad.

Aunque la bondad de Dios ha sido muy generosa conmigo, nunca he pretendido conocer ni obrar cosas sobrenaturales.Desde 1861 Don Rua y otros decidieron guardar memoria de todo lo que Don Bosco hacía y decía. Estaban convencidos de que Don Bosco era ciertamente un hombre “marcado por lo maravilloso”, pues “los grandes proyectos que manifestaba en torno al futuro les revelaban que había en él algo sobrenatural y nos hacían presagiar días más gloriosos para él y para el oratorio.

Siempre me agradó la pobreza; la suciedad nuncaCierto día, escribe José Brosio, estábamos Don Bosco y yo en el zaguán de un palacio de la calle Afieri; íbamos a visitar a un noble señor. Don Bosco iba vestido de fiesta: llevaba una sotana y una capa viejas y un sombrero desgastado. Miré hacia el suelo y vi que los cordones de sus zapatos, burdos, lustrosos y remendados, eran unas cuerdas pintadas con tinta.