
- Por BSCAM /
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Entre 1854 y 1855 sucedió una graciosa aventura. Don Bosco tuvo que mandar a un clérigo a Turín para un encargo bastante importante; tenía el muchacho los zapatos descosidos y deteriorados, y él, sin pensar en las consecuencias, se quitó de los pies los suyos y se los dio. El clérigo dijo a sus compañeros al salir: -Ya veremos cómo se las arregla hoy Don Bosco, porque no tiene zapatos.
Efectivamente Don Bosco mandó llamar a Buzzetti, Rúa y otros; pero ninguno de ellos tenía más zapatos que los puestos y no pudieron encontrar unos adaptados a la medida de Don Bosco. Al fin se encontraron unos zuecos. Pero es de advertir que era en pleno verano. A la hora de comer bajaba Don Bosco las escaleras, y todos los muchachos corrían ante el extraño ruido y reían al ver los zuecos que llevaba Don Bosco.
Pero lo mejor fue que, hacia las tres, se presentó un sirviente del conde Giriodi pidiéndole que fuera corriendo para atender a un enfermo de aquella noble familia. Don Bosco quería un coche para que nadie viese los zuecos, pero hacía falta mucho tiempo para encontrar uno, porque en aquellos tiempos había pocos estacionados en el centro de la ciudad y muy caros. Y había que ir enseguida.