Ver al Maestro rezar provocó en uno de sus discípulos el deseo profundo de comunicarse con Dios de modo íntimo.
En diversas ocasiones nuestro corazón pide a gritos estar a solas con Dios. Orar no es una obligación, sino una necesidad. En la oración puedo descansar y reparar las fuerzas, puedo alabar a Dios, pedirle ayuda o adorarlo y reconocerlo como Señor y Salvador.
Es curioso cómo algunos negocios cierran durante algunos días y ponen un letrero informando a los consumidores: “cerrado por inventario”. Se toman cierto tiempo para verificar cómo van las ventas, cómo atender mejor a los clientes, cuanto producto hay en existencia, cuáles serán las estrategias para mejorar, etc.
Eso mismo te puedo sugerir hoy a ti. Cierra las puertas y las ventanas de tu interior para encontrarte con Dios que te ve en lo secreto.
Cada mañana detente al menos 5 minutos para poner en manos del Todopoderoso el día que comienza. Al mediodía haz una pausa de otros 5 minutos para darle gracias por todo lo que ha sucedido hasta ese momento, sea bueno o malo. Por la noche tómate un poco más de tiempo para leer tu texto favorito de la Biblia, escribirle una carta a Dios o para escuchar alguna canción religiosa que te guste mucho.
Mejor todavía sería que hicieras pasar tu día delante de ti como una película, no para juzgar lo que haz hecho bien o mal, sino para descubrir a Dios presente en tu vida, ya que Él es el Señor de la historia y es en medio de los acontecimientos cotidianos que Él se hace presente.
Ah, me olvida recordarte que el centro de la oración no eres tú, sino Dios.
Por eso, el sacerdote Jesuita Benjamín González Buelta, nos recuerda que lo más importante no es:
- QUE YO TE BUSQUE, SEÑOR, sino que tú me buscas en todos los caminos (Gén 3.9);
- QUE YO TE LLAME POR TU NOMBRE, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos (Is 49,16);
- QUE YO TE GRITE CUANDO NO TENGO NI PALABRA, sino que tú gimes en mí con tu grito (Rom 8,26);
- QUE YO TENGA PROYECTOS PARA TI, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Mc 1,17);
- QUE YO TE COMPRENDA, sino que tú me comprendes en mi último secreto (1 Cor 13,12);
- QUE YO HABLE DE TI CON SABIDURÍA, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2 Cor 4.10);
- QUE YO TE GUARDE EN MI CAJA DE SEGURIDAD, sino que soy una esponja en el fondo de tu océano (EE 335);
- QUE YO TE AME CON TODO MI CORAZON Y TODAS MIS FUERZAS, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jn 13.1);
- QUE YO TRATE DE ANIMARME, DE PLANIFICAR, sino que tu fuego arde dentro de mis huesos (Jer 20.9).
- PORQUE, ¿CÓMO PODRÍA YO BUSCARTE, LLAMARTE, AMARTE... si tú no me buscas, llamas y amas primero?
- EL SILENCIO AGRADECIDO ES MI ÚLTIMA PALABRA, y mi mejor manera de encontrarte.