El Sagrado Corazón de Jesús está lleno de ese amor que se manifiesta en tantas heridas curadas en cada uno de estos muchachos y muchachas porque, bien lo sabemos, el amor sana Por qué la devoción al Sagrado Corazón de Jesús forma parte del ADN de la Congregación Salesiana

El templo al Sagrado Corazón de Roma, un templo con tanta historia que tiene sus raíces en el mismo Don Bosco quien consumió sus últimas energías y fuerzas y años en la construcción de este templo querido y pedido por el Papa.

Todo templo y toda devoción al Sagrado Corazón de Jesús habla del Amor de ese corazón divino, el corazón del Hijo de Dios en favor de cada uno de sus hijos e hijas de esta humanidad. Y habla de dolor, de un amor de Dios que no siempre es correspondido. Hoy añado un aspecto más. Creo que habla también del dolor de ese Jesús el Señor ante el sufrimiento de muchas personas, el descarte de otras, la emigración sin horizonte de otros, la soledad, la violencia que muchas personas sufren. Se puede decir que habla de todo ello, y al mismo tiempo bendice, sin duda, todo aquello que se hace en favor de los menos favorecidos, es decir, lo mismo que Jesús hizo recorriendo los caminos de Judea y Galilea.

Una de esas realidades gozosas que, sin duda, alegran el ‘Corazón del mismo Dios’ es lo que he podido ver por mí mismo que se hace en la Fundación Salesiana Don Bosco de las Islas de Tenerife y Gran Canaria. Hace poco me encontraba allí y, entre las muchas cosas vividas, pude conocer a los 140 educadores y educadoras que trabajan en los diversos proyectos de la Fundación (acogida, vivienda, formación para el trabajo y posterior inserción laboral). También me encontré con otro centenar de adolescentes y jóvenes beneficiados por este servicio de Don Bosco para con los últimos.

Al final de nuestro precioso encuentro me hicieron un regalo. Se trataba de una cajita de cartón, con forma de corazón, en la que habían colocado más de cien corazones, con los nombres de Naín, Rocío, Armiche, Mustapha, Xousef, Ainoha, Desirée, Abdjalil, Beatriz e Ibrahim, Yone y Mohamed y otro cien más, y expresaban algo sencillo, pero que nacía del corazón; cosas de gran valor como estas:

  • Gracias por hacerlo posible.
  • Gracias por la segunda oportunidad que me han dado en la vida.
  • Sigo luchando. Con ustedes es más fácil.
  • Gracias porque me han devuelto la alegría.
  • Gracias por ayudarme a creer que puedo en todo lo que me propongo.
  • Gracias por la comida y un hogar.
  • Gracias de corazón.
  • Muchas gracias por ayudarme.
  • Gracias por esta oportunidad de poder crecer.
  • Gracias por creer en nosotros los jóvenes a pesar de nuestra situación.

Como estos mensajes, casi un centenar, con expresiones muy similares, dirigidas a Don Bosco y a los educadores que desde Don Bosco están cada día con ellos.

Los escuché en lo que me compartían, escuché algo de sus historias (muchas de ellas llenas de dolor). Veía sus miradas y sus sonrisas; y me sentía muy orgulloso de ser salesiano y familia entre tan magníficos hermanos, educadores, educadoras y jóvenes.

Pensaba que, una vez más, Don Bosco es tan actual como siempre y más necesario que nunca. Pensaba con qué finura educativa los acompañamos, no desde el lugar adonde queremos que lleguen, sino desde dónde se encuentra cada uno. Rezamos juntos una oración dirigida al Dios que nos ama a todos, que bendice a sus hijos e hijas, con una oración que hacía sentirse cómodos a nosotros cristianos, a los musulmanes y a los hindúes. En ese momento, sin duda que el Espíritu de Dios, nos asistía a todos.

Me sentía feliz porque, al igual que en Valdocco Don Bosco mismo acogió a sus primeros muchachos, hoy en tantos “Valdoccos” del mundo se vive lo mismo.

No me cabe duda que el Sagrado Corazón de Jesús está lleno de ese amor que se manifiesta en tantas heridas curadas en cada uno de estos muchachos y muchachas porque, bien lo sabemos, el amor sana.

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