En la búsqueda de nuevas ideas, prevención y hasta soluciones para el bienestar común y cotidiano, llegamos en casa a la conclusión que hay que trabajar más en los esposos que en los padres. Lo que quiero decir es que no queremos descuidar el área de pareja por estar muy concentrados siendo padres.
Estamos tan preocupados y ensimismados intentando ser buenos padres por encima de todo, que comenzamos a echar en falta una salida sin niños al cine o a desayunar. Así que decidimos comenzar a enfocar las cosas un poco más hacia ese otro lado ya que estamos convencidos que el beneficio será familiar. Y aquí estoy. Intentando. Trabajando en esa decisión, en esa elección de acuerdo común. Confío en que gran parte del éxito de nuestra elección es que ambos la compartimos y coincidimos. Y se los comento porque, a mi modo de ver, ilustra la importancia del verbo elegir. ¿Cómo? Ahí va:
Sin duda que la capacidad de elección es una de las más importantes en nuestra vida. Cada día nos sometemos a muchas elecciones: qué comer, dónde ir, qué estudiar, qué virtudes fomentar y es así como un día tenemos que decidir si lo nuestro es la vida familiar y si mi pareja es con quien quiero hacer ese proyecto.
Si no hubiera complicaciones, todo transcurriría a lo largo de una felicidad lineal, sin sorpresas ni nada. Pero creo que todos sabemos que no es así. Además, no estoy segura de que fuera tan satisfactorio de esa manera. Cuando decidimos unirnos a una persona, lo hacemos también con su historia, su familia, sus principios, sus debilidades y sus grandezas. Con las consecuencias actuales de sus errores y aciertos anteriores.
Una elección es en realidad un proceso complejo que nos ocurre casi en automático muchas veces al día, pasamos ejercitando la toma de decisiones desde cosas insignificantes hasta las más complejas. Y precisamente por estas últimas, las más complejas, es que pienso que es mejor iniciar con la práctica desde pequeños.
La vida misma se encarga de enseñarnos que aunque tengamos que tomar decisiones a cada rato, muchas veces nos equivocamos y otras no nos va tan bien. Pero ¿cómo ejercitan los niños la capacidad de elección? Pues así como lo hacen con la responsabilidad y otras cosas más: haciéndolo. Por ejemplo: ¿Cuál camisa prefieres usar hoy?, puedes llevar solo un juguete a casa de la abuela, ¿cuál de estos dos quieres dejar?, hay manzanas y ciruelas ¿qué fruta te gustaría para el postre? Son elecciones sencillas, pero ponen a prueba su criterio y luego tienen que aprender a renunciar.
Aunque más complejo, algo similar ocurre al decidir vivir en pareja y tener familia. creo que no se trata únicamente de hallar a una persona que reúna todas las características que me dan plenitud. Es de igual importancia preguntarse si uno mismo tiene la capacidad de estar a la altura de las necesidades de la pareja y si hay en mí las virtudes que complementan al otro. Por lo demás, todo viene cayendo por su propio peso y por su propia elección.
Pero esa elección de pareja no se hace una sola vez ya sea frente a un altar, abogado, dirigente pastoral o ministro. De allí en adelante se hace también cada día. O al menos debería hacerse así para tener ventaja al caminar juntos. Y más aún, debe ser nuestra elección prioritaria. Eso nos obliga a ser honestos y decir lo que sentimos, lo que nos preocupa, lo que no nos gusta y, con más frecuencia, lo que nos enamora, nos acerca y nos hace felices. Hay que elegir prioritariamente a nuestra pareja cada fin de semana, cada vacación, cada aniversario y cada fin de año para hacernos sentir especiales, para acercarnos. Y a veces cuesta porque es más cómodo elegir solo lo que nos complace individualmente, pero quizá eso no es lo que más nos acerca y solo hace más generoso el amor del otro y no el propio. No se trata de forzar, se trata de coherencia y lealtad a nuestra decisión, sentimientos y palabras.
Al fin y al cabo, sabemos que el sabor de nuestros días es el fruto de nuestros actos. Si temo hablarle a mi esposo de lo que no me gusta de él, es como si no tuviera confianza en que puede solucionarlo. Tengo que elegirlo cada día y madurar de esa manera nuestra convicción de formar juntos una familia y querer despertar juntos cada mañana cuando seamos unos viejitos jubilados y sin hijos en casa. Así que aquí estamos, intentando y eligiéndonos uno al otro cada día.