- Por Ángel Fernández Artime /
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Lo vengo diciendo en muchos lugares y ocasiones, querida Familia Salesiana, amigos y amigas de la Obra de Don Bosco, o sencillamente lectores que hoy encuentran esta revista. Vengo diciendo que cada día se producen “milagros educativos” que cambian para siempre la vida de algún muchacho o muchacha. Y lo digo porque yo mismo los he visto y el corazón se me llena de alegría y esperanza.
Este año fui a celebrar la Fiesta de Don Bosco, el 31 de enero en Sierra Leona. Quise estar allí con mis hermanos salesianos y con aquellos niños, niñas y jóvenes. Y pude estar una mañana entre los jóvenes prisioneros en la cárcel de la ciudad. Y aunque vi dolor, encontré también esperanza. Una esperanza que tiene también mucho que ver con la presencia cada día de salesianos y laicos voluntarios en aquel lugar.
- Por Administrator /
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Sueño con una familia salesiana que vive la alegría del evangelio
Llevo en el corazón, mi querida Familia Salesiana en el mundo, amigos y amigas, los sueños que creo pueden ser hermosos frutos del bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Y uno de estos ‘sueños’, el cuarto, es el de una Familia Salesiana que viva la alegría del Evangelio, y que por lo mismo esté convencida de que debe ser evangelizadora y educadora en la fe, en todos los lugares del mundo.
- Por Ángel Fernández Artime /
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Mi querida Familia Salesiana, amigos y amigas de Don Bosco, y personas todas que puedan tener en sus manos el Boletín Salesiano: reciban mi cordial y afectuoso saludo como Rector Mayor.
Hoy estoy iniciando mi saludo de editorial, casi como si de una carta familiar se tratara, porque siento muy vivamente que he contar y recordar lo que el año pasado hemos vivido.
- Por Ángel Fernández Artime /
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Los saludo desde Mornese (cuna de Sor María Domenica Mazzarello), en un día de profesión religiosa perpetua de tres Hijas de María Auxiliadora.
Y resulta que en este hermoso día de Familia Salesiana, hoy centrado en nuestras Hermanas, monumento viviente a María Auxiliadora, tal como lo quería Don Bosco, una joven hermana me entrega al final de la eucaristía un pequeño escrito, diciéndome que era su homenaje a Don Bosco en esta celebración del bicentenario de su nacimiento.
- Por Ángel Fernández Artime, Rector Mayor /
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En un tiempo en el que en tantas partes del mundo parecieran nublarse el horizonte y el futuro, podemos ser como aquella joven mujer que fue capaz de cambiar el mundo y que, una vez cómplice del Espíritu, ayudó a los discípulos para que ellos también lo fueran.
- Por Ángel Fernández Artime /
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María es nuestra Madre porque al cuidar de nosotros nos enseña desde lo profundo de nuestra alma a cuidar de nosotros mismos y de los unos a los otros, a cuidar la vida, la creación, el crecimiento de nuestros hermanos y hermanas, de la vida de aquellos que están en mayor riesgo de perderla y perderse
El sueño que Don Bosco tuvo en Barcelona la noche del 9 al 10 de abril de 1886 y que luego narró con la voz rota por los sollozos es de verdad inolvidable. Lo es para la inmensa cantidad de jóvenes que, corriendo a su alrededor, le decían: «Te esperábamos, te hemos esperado por tanto tiempo, pero finalmente estás aquí: ¡Estás entre nosotros!» Lo es sobre todo para la figura de la Pastora que dice a Don Bosco: «¿Te acuerdas del sueño que tuviste a los nueve años?».
- Por Ángel Fernández Artime /
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Este, creo yo, es uno de los mejores regalos que podremos hacerle a Don Bosco en este su 200º cumpleaños: el de una Familia Salesiana más misionera, más apostólica, más “en salida”, como nos recuerda el Papa Francisco.
Mis queridos amigos y amigas de la Familia Salsiana: el saludo de este mes del Boletín Salesiano nos encuentra a todos ya bien dentro de este año jubilar, de este año de Gracia que es el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Ya lo he podido repetir y compartir varias veces: sería realmente muy hermoso si en este año del Bicentenario de nuestro amado padre Don Bosco, y en años sucesivos, tuviéramos el don de contar con una fuerte animación de pastoral juvenil para toda la Congregación y la Familia Salesiana que se traducirá también en abundantes frutos misioneros. El carácter misionero es muy ‘nuestro’, muy constitutivo de nuestra propia esencia carismática.