Durante la última Semana Santa, varios de ustedes se sumergieron en misiones en Centroamérica, llevando consigo la luz del Evangelio y brindando apoyo a comunidades necesitadas. Hoy, compartimos historias inspiradoras de aquellos que dedicaron sus vidas al servicio de los demás.
Cuando muchos piensan en la Semana Santa la relacionan con un tiempo para descansar, una merecida vacación. Aquellos que estamos muy comprometidos en la Iglesia sabemos que son días de mucho trabajo, que nos dejan muy cansados, pero con una gran satisfacción.
Este año, el lugar de misión que me asignaron estaba en el mismo territorio parroquial: la Zona Santa Margarita. Nuestras actividades las comenzamos el sábado previo al Domingo de Ramos debido a que todos los muchachos de nuestra Diócesis fueron invitados a participar en una Jornada Juvenil. En esta, el arzobispo los animó a vivir con mucha fe la Semana Santa.
En esa jornada nos tocó caminar un poco más de dos horas bajo el sol, para llegar a un templo donde nos recibía Jesús Sacramentado. Y como si esto no bastara, por la noche, en nuestra parroquia tuvimos la presentación del Via Crucis Viviente, terminamos las actividades a eso de las 10 de la noche.
¡Qué rico sería dormir hasta las 9 de la mañana del siguiente día!, dijo alguno cuando recogíamos todo lo que se ocupó en el Via Crucis; pero, no teníamos esa oportunidad, porque a las 7 de la mañana ya estábamos listos para comenzar con la bendición de los ramos y la solemne celebración en la que recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén.
De lunes a miércoles hubo algunas actividades como la visita a enfermos y ancianos y la participación en la misa Crismal.
Al caer la tarde del jueves nos encontramos como comunidad para celebrar la Misa de la Cena del Señor. Agradecimos a Jesús por quedarse con nosotros en la Eucaristía, porque nos dio el ejemplo de servicio y por la llamada que ha hecho a tantos sacerdotes.
El viernes, junto a toda la parroquia, meditamos las 14 estaciones del Vaí Crucis y por la tarde participamos en los oficios de la Pasión, donde recordamos el amor tan grande que Dios ha tenido por nosotros.
¿Todo acaba con la muerte de Cristo? Claro que no, para nosotros, el fundamento de nuestra fe es la resurrección, por lo que, el sábado por la noche, con mucha alegría celebramos la Vigilia Pascual. El lucernario nos recordó que debemos llevar la luz que recibimos de Cristo, en las lecturas apreciamos el cuidado de Dios por su pueblo, en la liturgia bautismal renunciamos a Satanás y a sus obras y proclamamos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en la Liturgia Eucarística recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
El domingo, la comunidad parroquial se concentró en el Oratorio de Campo Cielo. Tuvimos un convivio pascual que incluyó la celebración de la misa, cantos, y actividades deportivas.
Después de unos días hago reflexión de todo lo vivido y le agradezco al Señor por todo lo que pude experimentar, porque, con más alegría puedo expresar que Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado.
Queremos conocer tus propias experiencias misioneras, comparte tu historia con nosotros. Envía tus relatos, fotos y reflexiones a Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. para inspirar y ser inspirado por obras de fe y solidaridad. ¡Gracias por unirte a esta emocionante aventura misionera!