Prube no superada

En una de sus excursiones, el joven Jerónimo Suttil se acercó a Don Bosco y le pidió con ahínco, como ya había hecho en otras ocasiones, que lo recibiese entre los salesianos.



Don Bosco, que le conocía bien, le explicó que le sería muy difícil acostumbrarse al estilo de vida de mortificación, trabajo y austeridad que llevaban los salesianos. Suttil insistió.

-Póngame a prueba y verá cómo soy capaz de soportarlo todo.
-No lo lograrás, te lo repito.
-Póngame a prueba.
-Pues bien, te tomo la palabra-añadió Don Bosco.

A partir de aquel momento Don Bosco no le dijo nada que aludiera a aquella especie de desafío. Pero lo hizo enseguida. Fue a Butigliera a saludar a una condesa, bienhechora del Oratorio, y pasar allí el día, acompañado por un buen número de muchachos.

Ya en casa, hasta llegar la hora de la comida, Jerónimo Suttil, buen pianista, comenzó a tocar algunas piezas tan estupendamente que obtuvo grandes aplausos. Llegó la hora de la comida. Había una mesa suntuosa preparada en una magnífica sala para Don Bosco y los más notables de la compañía. El grueso de la comitiva tenía su puesto preparado en una sala de la planta baja.

Don Bosco llamó a Jerónimo, que solía sentarse en la mesa de honor, y le dijo:
-Escucha, necesito que tú, que eres hombre de juicio, me hagas un favor. Vete abajo, asiste a los muchachos. Diles que coman con libertad pero que no alboroten ni se excedan en la comida y en la bebida. Si tú estás con ellos, yo quedo tranquilo. Y tú comerás con ellos.

Jerónimo Suttil no respondió palabra y bajó las escaleras. Estaba serio; se sentó a la mesa, pero pronto se levantó y se pasó arriba y abajo por entre las mesas, mientras los chicos comían alegremente. Se esforzaba por aparentar tranquilidad; pero no pudiendo ya ocultar el malestar y el despecho que le agitaban, salió al patio y siguió paseando solo.

Terminado el banquete, bajó Don Bosco con los otros señores y se mezcló entre los muchachos, que le contaron que Jerónimo no había comido y estaba triste. Don Bosco se le acercó:

-¿Qué te pasa? ¿Te han hecho algún agravio los compañeros? ¿Te sientes bien?

Jerónimo no contestaba, pero después de algunas otras preguntas de Don Bosco, haciendo un esfuerzo le confesó:
-Se lo digo francamente; el verme excluido de la compañía de los acostumbrados comensales ha sido para mí un golpe demasiado fuerte.

-!Ah!- exclamó Don Bosco-, ¿no me habías dicho que te pusiera a prueba?

El joven alzó los ojos, que tenía clavados en el suelo, miró a Don Bosco, se echó a reír y respondió:
-Si me lo hubiese dicho, me hubiera puesto en guardia y habría resistido el golpe.

-!Bravo! !Si lo hubieras sabido, ya no era una prueba!
-Tiene razón.

El joven Jerónimo Suttil no fue aceptado en la congregación salesiana. Fue a Francia y, de vuelta al Oratorio, después de muchos años,murió con los salesianos.

MBe VI, 569-571

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