Ruta Salesiana 257 “Ellos me ven a mí”
Desde siempre escuché el testimonio de un salesiano anciano que, estando ya casi ciego, apenas sonaba la campana para ir al recreo, bajaba de su oficina al patio para estar entre sus chicos.

Una vez alguien se animó a preguntarle: “Padre, ¿para qué viene a asistir si prácticamente no ve a los chicos?”. Él le respondió pícara y sabiamente: “Yo no los veo a ellos, pero ellos me ven a mí”.
Hermosísima y profunda definición de lo que es la “asistencia salesiana”, porque capta, no la práctica exterior de esta esencial metodología educativa de Don Bosco que es “el estar” entre los muchachos, sino su significado más hondo: la demostración del afecto que suscita en los muchachos la “reciprocidad” del amor: “ellos me ven a mí”.

¿De dónde surge la asistencia salesiana?
Del corazón mismo de Don Bosco. Él la poseía como un verdadero don de Dios, como un rasgo que definía su identidad y el sentido de su existencia. Era algo más fuerte que él, una necesidad, una realización, una felicidad: estar entre los muchachos, especialmente los más pobres:
-Aquí entre ustedes me encuentro bien.
-Me basta que sean jóvenes, para que los ame con toda mi alma.
-Yo por ustedes estudio, por ustedes trabajo, por ustedes vivo, por ustedes estoy dispuesto a dar mi vida.


“Sacramento salesiano”
Nuestro Rector Mayor nos propone asumir la presencia entre los jóvenes como un “sacramento salesiano”. Esta acertada y luminosa definición contiene la riqueza de una exégesis de la asistencia, porque “sacramento” es un signo visible que desvela un sentido oculto y más profundo. Esa presencia amable y fraterna, que el joven percibe como gesto concreto y efectivo de la caridad pastoral, no es otra cosa que revelación del amor misericordioso de Dios.


El Papa Francisco lo reafirma: Antes que cosas a realizar, el salesiano es recuerdo vivo de una presencia, donde la disponibilidad, escucha, alegría y dedicación son las notas esenciales para despertar procesos. (...) La primera llamada es a ser una presencia alegre y gratuita en medio de los jóvenes.


Asistencia siempre re-creada
Los jóvenes de las nuevas generaciones nos reclaman esa presencia. No quieren que seamos espectadores de sus vidas, ni invasores de sus espacios, ni menos les gusta una cercanía intrusa... El Capítulo General XXVIII denuncia este desafío: los jóvenes nos piden tiempo y nosotros les damos espacio; nos piden vida fraterna y les ofrecemos estructuras; nos piden amistad y hacemos para ellos actividades...


Asistir no es sólo garantizar nuestra presencia en los espacios educativos, sino estar presentes de forma animadora, liberadora y rebosante de amistad en la vida de los jóvenes. Y los jóvenes de hoy viven más el tiempo que el espacio. Asistir significa pues, redescubrir la manera de amarlos en sus lenguajes, en sus estéticas, en su música, en sus producciones culturales; amarlos en su concepción virtual del tiempo, sus ritmos, sus ciclos..., sus tiempos sin tiempo...


Concluye el Rector Mayor:
Esto exige de nosotros cambios de mentalidad y de ritmos de vida, apertura de mente y de corazón, superación de hábitos arraigados.

 

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