Los héroes populares suelen ser personajes poderosos, ricos, bellos, valerosos. También se acostumbra glorificar a los violentos que aplastan a los débiles, a los tramposos, agresivos o estafadores en gran escala.
Un paisaje, una cultura y un lenguaje nuevos reciben a un joven Artémides, un santo que vivió algunos de los sueños y dificultades, nostalgias y alegrías, que vive cada migrante que deja su tierra.
La fe como adhesión personal a Dios resultó para Zatti una historia personal, llegando a la santidad en el trabajo concreto, en la atención de los enfermos, en el mundo de la salud.
En las cosas grandes, uno puede fingir. En las cosas pequeñas, uno se muestra como es. Y en esta respuesta podemos rastrear algo de la vida y el corazón de Don Zatti.
La faceta profesional de Artémides, que comenzó con una promesa, se arraigó en la confianza en la Providencia y se desarrolló una vez que obtuvo la curación de su enfermedad. La frase “creí, prometí, sané”, lema de su canonización, muestra la total dedicación que Artémides Zatti tuvo con sus hermanos enfermos, los más pobres y necesitados.
¿Qué es lo primero que pensamos cuando decimos “santo”? ¿Qué imágenes nos vienen a la memoria? ¿A qué asociamos la “santidad”? Sin duda nos encontraremos con una pluralidad de ideas, experiencias y recuerdos. Como personas creyentes, es bueno ir a la fuente, a la Palabra de Dios. Allí vamos descubriendo esa hermosa trama de encuentros, de búsquedas, de alegrías y desafíos entre la iniciativa de Dios y la respuesta libre del ser humano.